sábado, junio 30, 2007

Best of Leatherface

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Yo no he visto, hasta ahora, ningún problema en la reinvención [pos]postmoderna (por llamarla de algún modo) del horror rural de los años 70 (que no del revival del horror moderno en general).. Y de hecho, La Matanza de Texas: El comienzo evidencia la gozosa salud del género. Pero, también la fragilidad del mismo.

Me explico: en esta nueva entrega, los muchachotes de Michael Bay parecen querer juntar ideas tan, a priori, atractivas como errores descomunales. Por un lado, en la producción vuelven a estar Tobe Hooper y Kim Henkel, a modo de testimonio de que el cover realmente mola (o si prefieren la versión hard: Hooper y su carrera lo necesitan). A eso le suman ustedes a David J. Schow (junto al guionista con futuro en la industria, Sheldon Turner), el director de la tercera, en la historia.

Ahora bien: la idea de una precuela en tono postmoderno (que TODO quede explicado, que TODO quede atado) aquí alcanza su condición de absurdo. Me explico: los continuos guiños a cómo fue ocurriendo todo le quitan ritmo y desvían una película, que por otra parte, funciona perfecta e independientemente con una independencia completa.

David J. Schow tituló su tercera entrega de la saga Leatherface, como declaración de intenciones demuestra aquí tener mucho savoir faire y regala un montón de imágenes icónicas del personaje (entre las más perdurables: el primer encuentro con la sierra y la primera caminata ; y por ende la imagen final de la tristeza del asesino sin víctimas ya). Pero también comete un error: su respeto y amor le pueden y en ocasionse la película juega a ser una suerte de recopilatorio de grandes momentos. Otra vez, las torturas de Nispel con despedida amorosa. Otra vez, como en la original, las comilonas grotescas, lo que da una sensación agradable pero se percibe un agotamiento un tanto desigual respecto a las otras propuestas del film.

Es una lástima que tras unos brillantes 50 minutos la película se pierda en detalles como la parálisis del tio Monty, del todo manidos. Y lo es porqué hasta entonces encontramos una película literal sobre el Vietnam, totalmente ácida y con detallazos maravillosos, que anuncian una suerte de bélico rural o lo que es lo mismo: puro deliverance. La cosa no se queda en esta idea y además introducen a los clásicos motoristas del infierno, con lo que la diversión parece asegurada. Es una lástima porqué está llena de personajes con gran fuerza, que aseguran mucha diversión (desde los dos moteros hasta el soldadito que quiere regresar a Vietnam, toda una colleja a Apocalypse Now) y una vez más el amor al icono, hacen que Schow se decida sólo por UNO.

Aunque todos estos gruñidos son más breves apuntes en lo que puede derivar esta necesaria reinvención que de momento no para de administrar oxígeno. Y de hecho, este El comienzo no es nada decepcionante: es capaz de remontar brevemente el vuelo (la reaparición de Dean, no tiene una muerte a su altura de pacifista sucio) y tras esta desilusión tener un cierre francamente melancólico. O dicho de otro modo: la película está a la altura de su serie de cómics y funciona con ese grado de diversión asegurada. Suena a tópico pero es así: disfrutar de cine de género así sigue siendo un lujazo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que el comic está muy, muy bien, mejor incluso en algunos momentos que estas últimas películas. Yo hubiera preferido una secuela convencional que algo de esta naturaleza, pero ya nos va bien desde el momento en el que no se detiene demasiado en monsergas ni reflexiones crepusculares. David J. Schow, por cierto, no es sólo director de la tercera: es uno de los mejores escritores de splatterpunk de los noventa.

Anónimo dijo...

¿Pero de verdad que esto es aceptable como película de orígenes? No hubiera tenido ningún problema con ella si la hubieran planteado como secuela del remake, pero una a precuela que pretendía documentar el origen de Leatherface se le tendría que haber exigido mucho más.

... dijo...

El comienzo es la puta hostia porque, como burrada, se sincera con el fan que sabe que como el gilipollas de Nispel nunca hay que plantear una película gore.

No es mejor que la segunda, fruto de sus tiempos y del particular gusto hooperiano, pero es la horror-movie más seca, grotesca y so cazurra de ahora mismito. Es un gore pensado para la pantalla grande y, como tal, excelente. Es de divertir y asquear, no de pensar, no de maricones snob y moralismos de imbécil.