martes, junio 26, 2007

Herzog y sus mujeres

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El problema que tienen muchos con Saul Bellow es muy similar, al menos en su argumentación central, al que se puede tener con Woody Allen: ven sus obras como unos róman a clef cargados de lo que consideran pretenciosas reflexiones intelectuales.

Esta es una forma, desde luego, errónea de interpretar una obra que es más honesta que pretenciosa. Sobre el róman a clef no resulta muy atractivo: cierto es que Humboldt's Gift lo es, pero en gran medida, lo interesante de Bellow no es reducirlo todo a un simple roman a clef conversacional. Los mismos que están en su contra, le reprochan la simplicidad de su lenguaje. Desde luego es otro error, parecido además.

Con frecuencia me pregunto acerca del nuevo trayecto de la bigger american novel y las respuestas que me dan, novela tras novela, es la del lenguaje cuidado. Volvemos a BR Myers y su A Reader's Manifesto. Creo que en la narrativa de Saul Bellow hay muchas salidas para la novela actual, que se han olvidado porqué a veces la corriente postmoderna se convierte en lo que yo llamo la fiebre posmoderna. La fiebre posmoderna es la completa desvirtuación (o si se quiere la derivación) de ciertos autores que decidieron tener que ocuparse de la gran novela dickensiana desde la forma y, además, marginaron a ciertos autores (completamente relacionados con sus referentes) por no estar en la onda. El síntoma de negación, a cada generación, es bueno pero en una gran tradición como la literatura norteamericana puede resultar patán: recordaba Mailer que en el mismo Twain se encontraban Salinger, Vonnegut y Bellow. Recordar a Barth y Pynchon es inteligente, pero es una bobada si no se tiene en cuenta que Bellow, colega universitario de Vonnegut, tiene esa aparente distancia formal sobre ellos como, intrínsecamente, esa unión de fondo.

Herzog es una novela ejemplar en casi todos estos sentidos: Bellow está en todas partes. Es el triunfo del autor, podría decirse. En su lenguaje, en sus intenciones y en su primera página. Se puede malinterpretar lo que Nabokov llamó su mediocridad miserable, que por supuesto no es tal. Bellow cuestiona a su sociedad, empezando por sí mismo. Pero esto no es falsa humildad: toda la novela está construida con estos principios. Y en cuanto a la estructura en Bellow detectamos también muchas ondas fresanianas (que no por casualidad escribió sobre él y no olvidó citar que su pupilo Philip Roth le superó) respecto a sus novelas (pese a que muchos se empeñen, muchas veces, en buscarlas en Borges): ese work in progress improvisado, esa jam session de diálogos (en Fresán monólogos, en Bellow sus diálogos son al fin y al cabo otro monólogo: el que habla con Herzog es apenas un tesigo y un entrevistador de sus sufrimientos existenciales).

Decía Nacho Vigalondo que cuando un artista es menos consciente de su obra, mejor. No iba equivocado. Pero, cuando lo es, caso de Foster Wallace,, emprenden piruetas suicidas que rara vez salen mal: saben que pueden. Pero a veces (y no descarto al mismo DFW) esto se gira totalmente en su contra.

Cuando la nueva voz perdurable de la literatura judeoamericana (a falta de tener más noticias de David Bezmozgis y algo aburrido por el nuevo proyecto de Nathan Englander) parece ser Michael Chabon, hay que armarse de criterio. Cuando uno lee la estimable e irresistible, pero inconsistente y muy discutible, Las aventuras de Kavalier y Clay, Chabon está convencido a cada paso que está escribiendo su gran obra. Chabon lo deja claro, no sólo físicamente, esta novela es espectacular. Es larga. Pero al fin y al cabo esas pretensiones dinamitan Kavalier y Clay: sus peroratas sobre el holocausto, su dichosa y agotada a las diez páginas comparación con el Golem. resultan contraindicantes para una novela que homenajea al mundo del cómic, carente de pretensiones y hecho para divertir. En esta contradicción, Chabon lleva varios libros después, empeñado en resucitar el pulp de forma más honesta, pero siendo Chabon puede caer en el mismo error: que su intención y ampulosidad le nublen el resultado.

Herzog sólo juega a ser ella misma y no es que sea gracias a ello que sea una maravillosa sátira de la alta cultural, variante epistolar, y del fracaso de la Modernidad que crea seres anónimos, neuróticos e incomunicados. Puede que sea por la vigalondiana inconsciencia que triunfe, aunque también por el innegable talento y transparencia de Bellow, sabio desde sus limitaciones.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Perdoneme la franqueza Alvy, pero a Bellow yo solo le reprocho haberme aburrido hasta los huesos.

Anónimo dijo...

pues es que no lo ha sabido leer, zito, querido.

Chabon no es el bien, Alvy, lamento confirmárselo.

Unknown dijo...

Ahora que leo el comentario de arriba comprendo muy bien algo que sucede con Bellow. Cuando quise leer Dangling Man en español simplemente no pude; las frases sonaban afectadas, retóricas; pero cuando lo leí en inglés, fue como si un nuevo mundo se abriera ante mis ojos, lo juro por Dios Padre. No creo que eso vaya a suceder con las recientes traducciones de Random House Mondadori, que no le conseguirán un lector más a Bellow, y que, aquí entre nos, dan pena ajena.
Sobre cómo valorar a Bellow o a Herzog, yo prefiero irme por otro lado, no por el de las deudas y reproches generacionales, sino por una tradición que creo iba más afín con Bellow, la del intelectual antiintelecual. En nuestra condición de seres posmodernos solemos criticar mucho desde el aquí, pero el ambiente bajo el cual Bellow escribió Herzog o Humboldt's Gift era muy diferente, y las motivaciones también. Pero en fin. Uno héroe posmoderno, Dave Eggers, tiene a Herzog como su novela favorita de todos los tiempos. Después, no creo ya mucho en los juicios de Fresán ni creo que puedas hablar de dos autores diciendo quién superó a quién. Las 25 páginas de Ravelstein en las que Chick -alias Bellow- se intoxica con un pescado y narra el proceso médico y de aparente lucha por la vida propia, valen su peso en oro y lo que las 150 pp de Everyman, y entonces puedo decir que Bellow superó a Roth o decir algo más interesante y matizar las conexiones entre uno y otro, sin el chismorreo barato. Tienes razón cuando dices que, al tratarse de interpretación, nos acercamos de manera errónea a Herzog (sin que eso suponga que existe una manera 'verdadera')y no vemos el efecto total de Herzog.

Un saludo. Ya espero las próximas entregas sobre las mujeres de Herzog.

Diego Zúñiga dijo...

Sólo diré una cosa que resume lo que sentí después de leer este post: leeré la próxima semana-cuando acabe los exámenes-, sin falta "Herzog" y también a Roth y su "Pastoral Americana", y terminaré los cuentos de "La niñá del pelo raro", de DFW, junto a "Chicos prodigiosos", de Chabon, y mis vacaciones de invierno se irán en eso: leer a los gringos, a los malditos pero queridos gringos.
Excelente post, Alvy, me dieron unas enormes ganas de plagiarlo!!!
Aunque en vez de eso, lo citaré sin falta cuando haga mi propio post sobre Herzog.
Saludos.

Anónimo dijo...

Despues de leer el comment de Mauricio igual me atrevo con Bellow en ingles, aunque sea para no infuriar a HT :P.
Pero eso si, la ninya del pelo raro, que bodrio supino! Aunque el cuento del republicano y los punkys es precioso.