lunes, enero 14, 2008

Caballerosa oscuridad

El debate acerca del nuevo film de Batman, dirigido de nuevo por Christopher Nolan vuelve a estar candente. En Internet corre el vídeo paródico llamado a ser definitivo (Noelio me lo proporcionó, en uno de sus derroches de links) y, como sabe usted querido lector, me dedico a hablar con cierta periodicidad de Batman: The Animated Series en Elitevisión, lo que me ha vinculado aún más (públicamente, al menos) al que es mi superhéroe favorito y sólo Lobezno logre igualar. Hay una gran confusión respecto a Batman, producida porque el icono ha ocupado siempre toda la cultura popular y posiblemente el público conozca poco más que su labor cinematográfica. En mi introducción me referí a él como el icono que muta y a día de hoy sigo sin encontrar otro añadido posible.: no se trata de la lógica evolución del personaje, no, se trata de una auténtica mutación. Spider-Man o Superman siguen siendo en el fondo presas de su estructura más o menos básica: un teenager (siempre mental, sea quinceañero o treintañero) con problemas sentimentales mezclados con supervillanos y el segundo, un extraterrestre venido a salvar al mundo con su bondad. Batman puede ser perfectamente un viajante a la Luna, el luchador contra el Joker o, sencillamente, el último superhéroe dispuesto a luchar por algo que está por encima de los políticos. ¿Cómo puede la gente permitirse hablar con una seguridad tan alarmante de fidelidad/infidelidad a un mito que se construye por sus sucesivas relecturas, de una forma abierta y oficiosa? ¿A qué fidelidad se refieren? Desde luego no al detective valeroso y posterior al pulp logrado por Bob Kane y Bill Finger, o ese enmascarado gótico dibujado por Neal Adams. Se refieren ciertamente a un Batman reinventado por Frank Miller en Year One y cuya línea conceptual siguen Loeby Sale en The Long Halloween. Sí, precisamente tebeos a los que hace referencia Nolan y Goyer en la película, simbolizando que han hecho los deberes.

Pero no hay nada más preocupante que la impostura disfrazada de cierta verdad. Hay un motivo demostrable en Batman Begins: sus escenas de acción, mal rodadas y sólo justificadas al principio. Completamente cierto y se pueden ver y comparar con las de El Mito de Bourne para comprobarlo. El polémico Joker de Nolan es el tema de ésta: una cuestión más ambigua de lo que parece. Naturalmente que no se parece al Joker estándar ni al de las anteriores encarnaciones, esa era la idea. Pero hay otra referencia tebeística: es exactamente igual al dibujado por Sean Philips en Gotham Noir, escrito por Ed Brubaker. ¿Qué nos queda? Que Nolan está haciendo referencias más claras y más elaboradas para los lectores de tebeos, tal vez para complacerlos, tal vez para intentar mostrar a partes iguales respeto y personalidad. Lo ignoro, son cuestiones privadas, pero el argumento de la infidelidad al personaje es inválido por espeso, difuso y gratuito. Sería más coherente señalar que la diferencia es básicamente ideológica: la visión de Christopher Nolan no se ajusta por alguna extraña razón a la idea que tengo del superhéroe y por ello tomo partido. Aunque esta frase entraña problemas de reconocimiento y cierta visión perspectiva de las cosas, pero aún así me arriesgo a decir que resulta demasiado sencillo, a pesar de que el director de Memento sea el único que haya titulado sus peliculas sobre el superhéroe de una forma verdaderamente comiquera: Batman Begins, The Dark Knight, evocando al menos una memoria lectora de lo más agradable.

La complejidad viene cuando la revisión de Brubaker tiene una coartada, porque su tebeo pertenece a lo que se llama elseworlds. Es decir, fuera de la continuidad general. A efectos prácticos los elseworlds son los que dan sentido a la serie general y a excepción de honrosas etapas, Batman ha vivido de estos elseworlds, reconstrucciones y ampliaciones de su mitología sin tantos problemas. Una de sus mejores series precisamente es Leyendas de Batman, por la conciencia de que con más libertad pueden darse momentos emocionantes. Gotham Noir tiene otra característica peculiar, y es que su reinvención del mito de Batman pasa por una transfiguración completa. El protagonista es Gordon y el murciélago adquiere un papel de conciencia-leyenda urbana, que termina deveniendo en casi un personaje inventado, que no es Bruce Wayne. Es en definitiva una historia de Gotham y un Gordon que no es ni tan siquiera policía, sino un private eye al uso. El replanteamiento no genera problemas de fidelidad y el asunto Nolan es que él está dirigiendo las películas oficiales de Batman. Sólo hay éstas. Podríamos usar el mismo argumento contra Batman:TAS pero la serie de animación covivía felizmente con otros tebeos (porque devino serie de viñetas, naturalmente), con sus propias películas y derivados (superman, LJA) y con las películas en carne y hueso oficiales. Así en 1995 el espectador podía irse al cine a ver Batman Forever o a ver Batman: La máscara del fantasma en VHS, en su videoclub más cercano. El fracaso evidente de The Batman parece borrar del mapa la dualidad del fenómento de convivencia animación/fílmica que vino desatado por aquella batmanía de 1989. El otro asunto, es el de la incoherencia. Me refería a ella en mi comentario de hace unos meses: el problema no es el Joker sino que no se intuye en Nolan una radicalización de su revisión de Batman, se conforma, de momento, con hacer los deberes. Su introducción de Harvey Dent, para cerrar la trilogía, indica una creativdad prepago un tanto sospechosa.

Pensemos en el pasado: los serios lectores de tebeos de Adams, a mitad de la década de los setenta, descubren en una reposición matinal otro fenómento batmaníaco llamado, también en la élite como no, con Adam West y Burt Ward. De no tratarse de alguien con muchísimo sentido del humor exclamaría horrorizado que es una serie rídicula, demasiado humorística, ajeno al desmelene impropio de su héroe. La distancia progresiva de las cintas de Nolan, incoherencias aparte, si se fijan es hasta generacional: una generación que lee expectante los números de humor autorreferencial y plot twist autoconscientes escritos por Grant Morrison no puede tomarse este Batman como el suyo, pero tampoco es necesario porque existe en las viñetas para las que se pensó, y en ellas sigue con salud.

Addenda:

Hay un antiguo post del mítico y necesario blog-bomba de Hijo Tonto en el que se dan cuenta de los dos bandos opinativos respecto a la primera película de Nolan y un mail escrito por un fan absolutamente glorioso. ¿Añadidos? Estoy de acuerdo en que la fusión Ducard-Al Ghoul resulta pésima y ahora les cuento mi porqué: Batman Begins es una alegoría (nos puede gustar más, nos puede gustar menos) sobre los tiempos post11S usando Gotham City. Hasta aquí nada que objetar. Nolan propone a Batman como ese punto medio para repescar Gotham City de la “decadencia del imperio occidental” sin llegar a los extremos de R'As Al Ghoul, ahora neoterrorista. La decisión es de vocación ultimatera, pero sólo esa elección: colocar al supervillano como parte del entramado que se viene conociendo como buenos y malos, forma parte de The Ultimates 2, sin embargo Nolan no coloca a Batman como mercenario sino como figura absolutamente honesta, con lo que esquiva a Millar y Miller (DK/DK2) del plumazo, porque en su batalla no matará criminales. Entonces digamos que en una alegoría usamos un tipo de definición voluntariosamente pop (ya sea por la asociación) en un entorno alegórico supongamos que serio: ahí tenemos un ejemplo más de la incoherencia de la que hablo, del horror de ver en el nuevo trailer más manifestaciones en Gotham City.


Hay otro detalle medianamente pajero que a mi me disgustó mucho en la cinta de Nolan, y es el hecho de que los padres de Wayne mueran tras ir a la opera. Pensemos en la opera como ese lugar donde la clase alta asiste a tragedias musicadas, a grandes pasiones enfrentadas y camino hacia allá nos queda claro que el padre Wayne no es simplemente un rico playboy: él ha construido el tren. El transporte público que usan para ir al lugar en el que Batman perderá a sus padres y en el que, en otro acto de freudianismo que pasaron los más desprevenidos, nuestro superhéroe ya entrajado vencerá al terrorista. Pero entonces nos encontramos con un dilema más sofisticado pero terriblemente similar al planteado por la paleta Batman (1989) de Tim Burton, que es el del buscarle una motivación extra al superhéroe una vez matado al asesino de sus padres, que en un acto de herejía fue el Joker. El director Nolan y el guionista Goyer pretenden salvaguardar el trauma con Joe Chill siendo absuelto, pero después es asesinado. Pensemos friamente en la terapia inconclusa pero incoherente que persiste en Batman Begins: Bruce Wayne se deshace del tren que le condujo a la muerte de sus padres, encarcela además a los malhechores que mataron al asesino de sus padres (para salvaguardar así su condición de cómplice con cierta forma de corrupción) y ve morir al asesino de sus padres, justo después de ser absuelto. ¿Por qué sigue siendo un superhéroe? ¿Qué le conduce a vestirse de negro y hablar grave tras eso? ¿La ilusión de la gente? ¿La potencia del Batmóbil? ¿Recuperar la inversión? Y ahora vamos al detalle citado al principio: la opera deviene un rastro evidentemente nolaniano (parecida situación se repite en la más despreocupada the prestige) pero esquiva un rastro inequívocamente batmaníaco. Bob Kane configuró su personaje a partir de la película The Mark of the Zorro de Tyrone Power y el personaje nace después de salir del cine y ver la cinta de Power. Eliminar esto del guión resulta del todo incoherente (hubiera resultado más divertido y transgresor incluir su origen tras “la máscara del zorro”) porque la intertextualidad entre dos iconos pop es una metáfora preciosa: se dice que Batman nace de la muerte de sus padres, pero no se dice que tras la muerte de sus padres había visto The mark of the Zorro, y eso que, como en la película, Wayne devenirá un joven aristócrata decidido a combatir un sistema corrupto bajo capa negra y habilidades saltarinas. Es algo tan preci(o)so que no puede ser esquivado. Por eso cuando me refería a Nolan y Goyer como buenos hacedores de deberes, debe analizarse con humor pedagógico el empleo de “hacedores de deberes”, que se hacen siempre con rutina y cierta pereza, porque ninguno de los dos parece dispuesto a demostrar sus pasiones por Batman.


Ah, por cierto, Batman:TAS si respetaba la película de Tyrone Power. Y se invento un personaje para Adam West. Exclusivamente. Con amor elitevisivo lo digo querido lector.

4 comentarios:

Libertino dijo...

Gotham noir me aburre un pelín, pero Batman tampoco ha sido mi superfavorito. Me gustan las dos de Burton, me gusta (me divierte) la de Val Kilmer y me gusta mucho la de Nolan (en IMAX las peleas eran terribles, nada de nada)y espero que TDK esté a la altura. En papel me quedo con la broma asesina
Saludos!

sergisonic dijo...

El "machembrado" comiquero en el que Nolan parece haberse metido con demasiadas prisas, plagiando escenas gloriosas de diversos (quizás demasiados) cómics espléndidos de la historia batmaníaca, me hace sospechar que el discurso The Dark Knight peligrosamente se centrará en:

uno: resolver el problema de las escenas de acción (el clamor era popular)---> qué miedo me da, ese enfrentamiento de western en Gotham, entre Joker y el murciélago en su bat-moto... Podrían haber recordado Batman: The Cult, ya puestos...

dos: presentar, me temo que sólo de pasada, y para contentar al fan-comiquero-friqui-pop, la situación Joker = Batman, de La Broma asesina (sé que parece demasiado evidente, pero es que no creo que se rompan más los cascos: por algo es la mejor obra sobre Joker). ¿O le darán tres horas para desarrollar una historia más psicológica en la que tengan cabida escenas de acción?

Utilizar Batman como leyenda urbana es un recurso genial que en Batman Begins, por ser un "inicio de", funciona de forma natural sin esfuerzo. Pero probablemente será algo que, de forma natural en esta continuación se pierda, se deje apartado; por aquellos lares gustan de ser explícitos, o al menos un poco, y viendo (por ejemplo) la metamorfosis de la armadura, perdón, traje de Batman, me parece que... Con lo precioso que era el jersey gris dibujado por Mazzuchelli.

Dicho lo cual, para contextualizar(me), Batman Begins me gustó. Me gustó bastante a pesar de una serie de cosas que sí que creo harían de The Dark Knight una estrepitosa decepción, caso de no corregirse y tenerse en cuenta.

Aun así, impaciente.

Un placer leer desde hace un tiempo por aquí.

Un saludo.

pd.- puestos a plagiar escenas, fragmentos, ¿por qué no directamente rodar la adaptación de uno de esos cómics?

El Miope Muñoz dijo...

Básicamente Warner Brothers ha enfocado la producción de cada una de las películas de Batman como una negociación con el fandom y un reclamo a la taquilla. Si hay algo por lo que Batman (lleva ya 6 películas) pasará a la historia es por ser una de las sagas que más ha ido ridiculizando grandes actores: en Begins Caine, Bale y Freeman estupendos pero ¿qué me dice de ese R'as Al Ghoul de postín recién importado del último samurai? Y ahora, a por Heath Ledger, muchacha que ha escuchado a The Cure pero al que esto del Joker le queda lejos.

Anónimo dijo...

Ay, en estos tiempos que nos toca correr de Alien vs Predator 2, no puedo evitar recordar el corto de Batman, premiado y previo a Begins: un buen Joker, payaso y terrorífico, a lo Stephen King, y un Batman creíble, humano, sin armadura siderespacial, con malla bajo el jersey gris y punto.

¿Qué te pareció el Joker de Nicholson?
No sé si fue el efecto-Burton (o léase cómo hacer de un personaje como Bitelchus alguien tan entrañable y simpático), pero aun en las pocas atrocidades que cometía en el filme me parecía poco malévolo, poco terrible. De hecho creo que un personaje más conseguido fue el de Danny de Vito, un pingüino mutante de verdad que para sí querría la Marvel. El director tuvo mucha más cancha a la hora de perfilar el personaje, ya que era evidente que debía redefinirse, al no poder parecerse demasiado al del cómic: Hollywood habría corrido un elevadísimo riesgo de caer en lo ridículo.


Un saludo,

sergi