domingo, febrero 01, 2009

Los superpoderes en los tiempos del Emo

No resulta nada difícil comprender el éxito de The Umbrella Academy, aplaudida por algunos de mis críticos favoritos: la ya de por sí sencilla concepción del mutante como incomprendido de los fundacionales X-men reimprimida en los tiempos (y la sensibilidad) emos son, poco menos, que un acierto. La incomprensión mutante se tiñe a la perfección al trazo pseudogótico de su guionista, Gerard Way el cantante de My Chemical Romance.

El tebeo en sí es cool por naturaleza. Tiene un prólogo de Grant Morrison y ninguna de sus ideas es nueva: se sueña una mezcla perfecta de Alan Moore y el mismo papá Morrison (una mezcla perfecta de superhéroes melancólicos, fantasía steampunk y excentricidad a gran escala) dibujada por Mike Mignola, aplaudido por Moore. Naturalmente Way no es Moore, ni Gabriel Bá recoge el testigo de Mignola.

Uno sonríe ante el entretenimiento seguro y fugaz que proporciona esta serie: avanza deprisa y su superhéroe con traje de gorila es una imagen notable. Sin embargo, cabe aclarar que la degradación y la boutade son juegos de doble rasero: decía Rosenbaum en su crítica de Pulp Fiction que vivíamos en tiempos posmodernos, porque Camille Paglia era la "nueva Sontag" y Tarantino "el nuevo Godard", pero sólo uno de los dos podía ser consecuente con eso. Como Rosenbaum, me parece lamentable que ya no haya, sin más, artistas nuevos capaces de la ruptura de los anteriores o de al menos una calidad parecida.

Way se encomienda a dos referentes que le vienen grandes. Su historia no tiene la perspectiva cultural que tenía Los Invisibles, capaz de enterrar y diagnosticar toda una sociedad mediática, o el discurso de La liga de los hombres extraordinarios. Morrison, siempre buscando la eterna juventud, se apunta a la boutade en su prólogo, pero sus ideas son recicladas, nunca replanteadas. No es posmodernidad, es un ejercicio mimético, divertido y eso muy cool: cualquiera que haya leído Watchmen o Doom Patrol puede divertirse comprobando calcos y los amantes del steampunk pueden encontrar aquí un filón relativamente simpático. Pero, donde hay un acierto (el zombie Eiffel, un mono) hay un error de igual magnitud (la repetición estilística entendida como estética general, el, en general, alargamiento innecesario de muchas escenas, incluida la del cementerio).

El final culmina esta línea, con la venganza del personaje ordinario convertido en blanca violinista que toca a Stravinski. En esta historia, en el fondo, lo que menos importa es el Apocalipsis del que vienen a salvarnos los superhéroes e importa más su detallismo referencial, en el fondo inútil y demasiado "gracioso", que su capacidad narrativa o su poder de evocación. Way ha anunciado un volumen dos visto el éxito: muchas cosas pueden ser discutidas en The Umbrella Academy, la más clara el no estar a la altura de esos referentes a los que se encomienda irresponsablemente, pero es obvio que ha conectado con una forma de ver los superhéroes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mis simpatías siempre están con la juventú.

Trash