miércoles, marzo 18, 2009

El final feliz de los cuentos reivindicado a los niños

Los subtextos adultos de Bedtime Stories están aquí glosados. Me interesa mucho esta película por su oposición a dos películas de gran impacto popular reciente: Shrek y Big Fish. De la primera hablamos ayer, así que describiremos brevemente la segunda:

Es una película adulta según Hollywood (esto es: lloran desde el principio y es posible que termine así, con más lágrimas) realizada por un Tim Burton que venía de un fracaso comercial considerable, el del remake simiesco que le confirmó como anti-director de acción (modelo, no obstante, amado por una industria que también encumbra al patoso Christopher Nolan). Big Fish es, esencialmente, la historia de reencuentro familiar: mientras el padre yace moribundo, recuerda todos esos cuentos que contó a su retoño que ahora le acompaña en esas últimas horas fatídicas. Vemos los cuentos y descubrimos que gran parte de esos personajes inverosímiles acuden luego al entierro del Padre para sorpresa del Hijo. Todo esto después de muchas lágrimas, de dos muertes del mismo personaje (simbólica y real) y demás.

He de decir que me fascina Big Fish porque ha sabido modelar al consumidor perfecto. ¿Hay algo más convencional que un individuo que se autodefine como diferente y raro? Sabido es que la diferencia entendida como actitud no es un título personal que pueda imponerse uno, sino es una carrera larga (un logro) y difícil que lo certifica, no es algo que se concede. Sin embargo, nada más ideal que este perfil y nada más mayoritario. El autodenominado raro es frecuentemente un egocéntrico y no es algo que desentone mucho en una sociedad atrapada en una cultura y traumas post-adolescentes.

Así, Big Fish tiene que parecer que habla de algo importante: el reencuentro con el padre y la reivindicación de los sueños como opción vital. Pero esto no es una película exigente, libérrima y autoindagatoria como si lo es el 8 y ½ de Fellini. Es una película hollywoodiense (con sus dosis de amor, misterio, drama colocadas no para mezclar registros, sino para complacer a sus adultos), algo más saturadita de colores y de personajes extravagantes, aunque siempre encantadores y bondadosos. Pero Big Fish, hete aquí su hallazgo, es tan inmadura (y tan mansa) como su consumidor y sus conclusiones no se sostienen por ningún lado. Burton sostiene que el sueño y los cuentos son una opción vital para hacer menos gris nuestras vidas frente al ultrajado hijo. Hete aquí su nudo: se ha perdido el Burton que concebía el sueño como oposición, como rebeldía, como lucha. En otras palabras: Lucharé sin miedo a soñar. Por supuesto no hay nada contra lo que luche el personaje (no existe la oposición, todo se basa en una actitud entre pánfila y de lisergia de spot), porque simplemente banaliza la conciencia de la realidad con su percepción fantástica y… normalizadora.

Bedtime Stories es un film mucho más sencillo e infantil, en apariencia: Adam Sandler es un encargado de Hotel que debe cuidar de sus dos sobrinos durante una semana, mientras su hermana busca trabajo en otra ciudad. Los niños han recibido una férrea educación por parte de su madre y no ven nunca la televisión, por lo que decide contarles cuentos para divertirles. El protagonista descubre que la parte que modifican los niños en el cuento sucede (de forma simbólica) en la realidad.

Comparten Bedtime Stories y Big Fish su condición de apologías de los cuentos, y también en ellas laten relaciones con los padres sin resolver. Los infantes de la película de Adam Shankman fueron abandonados por su padre, el cual no regresa ni les ofrece posibilidad de reconciliación. La hermana de la protagonista, decepcionada, le espeta hacia el clímax de la película que le haya arrebatado los finales felices sólo porque la vida sea decepcionante. Bedtime Stories concibe los sueños no como banalización y conformismo (que es lo que se oculta tras esa nefasta película de Tim Burton y es lo que, en el fondo, gusta y disfruta el espectador convencional) de una realidad incómoda, sino como oposición al tedio, la mediocridad y la deshonestidad y como inspiración.

Seguramente carece Bedtime Stories del potencial de la Marca Tim Burton, aunque su imaginario sea perfecto para el niño contemporáneo, pero contiene algo mucho más valioso, algo de verdad honda y honesta, genuina para una época donde lo infantiloide ha sustituido a lo infantil: una reivindicación sincera de los finales felices como signo de inconformismo y esperanza. O dicho de otra manera: que Disney no tiene nada de conservadora y más bien ocuparía el lugar antagónico a las ideas zombificadoras de un Big Fish o de un Shrek.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya diseccion de nuestros tiempos que se ha marcado en la primera mitad del articulo.

sesi dijo...

Me recuerdas a ese crítico de Ratatouille cabreado con el mundo por un paso traumático a la edad adulta... Tim Burton te robaba el bocadillo? XDDDD

Ya sabes mi opinión de no-leído, Big Fish ME GUSTÓ, como me gustó otra peli con un mensaje y desarrollo parecidos: I'm a Cyborg But That's Ok.

Ahí lo dejo, soy carnaza. XD

Anónimo dijo...

No he podido ver aún Bedtime Stories, pero coincido totalmente con tus análisis de Big Fish y Shrek. El sueño/fantasía como resistencia y rebeldía contra lo banal, bajo mi punto de vista, es la piedra angular del discurso de todas las películas Pixar.

Anónimo dijo...

Es una de las razones por las que Pixar alcanza unos niveles de excelencia a los que Dreamworks ni siquiera se acerca.
Perdón utilizar dos comments.

Anónimo dijo...

big fish es una basura, además de coñazo; la obra maestra de Burton es Eduardo manostijerras.

Gerard Aragón dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ryu_gon dijo...

Así me gusta, dando caña a la ñoñería. A mí Big Fish no me irrita excesivamente, siempre lo he dicho, pero reconozco que palidece cuando se la compara con películas del calibre de Mars Attacks o Beetlejuice.

Ya hace mucho tiempo que Burton ha dejado de ser un tipo a tener en cuenta...

Luna Miguel dijo...

http://i179.photobucket.com/albums/w309/lunahaze/DSC_0012.jpg

Flipa, colega.