miércoles, febrero 24, 2010

A foggy day


Sherlock Holmes (2009, Guy Ritchie)

El Hombre Lobo (The Wolfman, 2010, Joe Johnston)

Hay una niebla cuantiosa en el Londres descrito en estas dos películas, pero mientras que una es una ciudad al borde del Cambio, mutante y de finales de una época, la otra es una urbe inhóspita quizá por lo anclada que parece en un lugar pasado.

Sherlock Holmes no parecía el más sugerente de los blockbusters: una franquicia lanzada por un Joel Silver sediento de taquillazos y auspiciada por el renovado carisma de un renacido Robert Downey Jr. El resultado es, a todas luces, sorprendente. Mientras que el cine desfigura toda imagen del canon haciéndola verosímil (la idea de un Holmes respetable por su inteligencia es de las viejas películas que protagonizó Basil Rathbone) , no está mal que una película que podría pasar por la más subversiva de las adaptaciones, rescate la idea de un Holmes obsesionado y la evidencia que Pere Gimferrer señaló en su Dietario: Holmes vive en un mundo en el que no hay menor resquicio para la anomalía porque la esfera de actividades es relativamente reducida. Ahí está la esencia de Holmes, ser el "oráculo de la era victoriana" y esto lo capta la película con su subtrama de espirista al que el detective desenmascara. También hay comentarios muy divertidos sobre una vida doméstica Holmes-Watson de subtexto gay y una domesticación bienvenida del siempre bobalicón Ritchie que usa su talento para describir de un modo contemporáneo a Holmes: sus habituales peleas callejeras tienen ahora una no-linealidad gracias a la concepción superdotada y deductiva del protagonista de la batalla. Hay una narrativa de comicbook (el film empieza resolviendo un caso) y cierta sensibilidad steampunk, en la medida en que se especula con el Pasado desde una perspectiva del presente.

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John Landis dirigió el fundacional videolcip de Thriller, esa canción zombie que empezaba con aullidos de licantropía, en 1983 y esto no era una sorpresa, al menos si se atendía a su labor en Un hombre lobo americano en Londres (1981), su clásico y gran summa posmoderna en el que la música pop (las versiones de Blue Moon, el Moondance de Van Morrison, el Bad Moon Rising de los Creedence Clearwater Revival) era el mejor método de trasladarnos el pathos de su joven protagonista. La licantropía como cuestión musical, pues. Danny Elfman no podía ser mejor elección para este remake del film de 1941 ya que los ojos están puestos en recrear un espejismo gótico del Canon Universal.

Hay algo curioso en el film de 1941: no es el más destacado del Canon, carece de la inventiva de un Browning o de la alucinante poesía del James Whale de La Novia de Frankenstein (indudablemente el punto más alto del Estudio y del Canon), ni la primera película de Hombres Lobo del Estudio ya que, como ha recordado Tones, fue Werewolf of London (1935, Stuart Walker). Escrita por Curt Siodmak (autor de la novela Donovan's Brain y del libreto de I walked with a zombie) y dirigida por el productor George Waggner, la personalidad de la película recae en el trabajo inolvidable de Jack Pierce, en la logradísima niebla que trajo Joseph Valentine, el operador del Hitchcock de La sombra de una duda (1943). El peso del film recae, además, en actores en estado de gracia: desde el mano a mano entre Lon Chaney Jr. y Claude Rains hasta un Bela Lugosi haciendo de gitano. Es decir, en su condición abierta de diversión, con la repetición de un poema inventado por Siodmak como prueba de esto:

Even a man who is pure in heart

and says his prayers by night

may become a wolf when the wolfbane blooms

and the autumn moon is bright.


El poema abre su remake, en claro homenaje (no es el único: aparece la tienda de objetos y el gitano de Lugosi hace un cameo inolvidable condensado en Tim Curry) al film de Waggner, pero uno esperaría que sus protagonistas dijeran las líneas de Catherine Earnshaw: I've dreamt in my life dreams that have stayed with me ever after, and changed my ideas; they've gone through and through me, like wine through water, and altered the colour of my mind.

Larry Talbot no es mordido por un lobo misterioso, sino que todo adquiere una noción freudiana importante: del hombre de negocios a un actor experto en papeles Shakesperianos, en personajes llenos de duda y tormento. Pero este es el mismo tumulto de la película: quiere ser un espectáculo gore divertidísimo para fans del género, respetando el diseño de Pierce en un gran trabajo de Rick Baker, justamente el maquillador estrella de Un hombre lobo americano en Londres, pero también un melodrama gótico á la Wuthering Heights, incluso un remake en clave de homenaje y tiniebla. Es lo suficientemente divertido y extraño para mantener su pulso, pero es todo lo desbalazado que a una película con un proceso de gestación tan desastroso se supone: como me comentaba Tonio L. Alarcón, el film tiene un estilo visual absolutamente distinto en sus dos mitades en las que se nota el cambio de montadores (Dennis Virkler, Walter Murch y un no acreditado Mark Goldblatt), pero además todavía hay rastros de Mark Romanek que fue despedido tras completar la preproducción. Hay suficiente diversión, pero tantas, demasiadas dudas: entre ellas un final que fuerza prolongar la maldición. En asuntos de licantropía y monstruos clásicos el resto no puede ser silencio.

All That Jazz


The princess and the Frog (2009, John Musker & Ron Clemens)

El tráiler de la venidera Walking Sleeping Beauty promete una historia de cambio que se inició en la época más tumultosa de la Disney Animation Studios: los años ochenta, en los que Burton actuó como esteta al margen de una propuesta que parecía encasillada y en la que se foguearon nombres como los de John Lasseter o los autores de esta cinta, John Musker y Ron Clemens.

No sé si habrá un sitio para un nombre que cambió él solito la microhistoria de la Disney Animada: Eric Goldberg. Es el supervisor animado del Genio, ese personaje que a pesar de tener una energía enloquecida que podía pasar por genuina de Tex Avery, no era más que una clase magistral de incorporación de los logros de Chuck Jones al Canon Disneyano: tiempos nuevos en los que la eterna rivalidad con la competencia era una oportunidad, una posibilidad de eclecticismo. Goldberg aparece y da vida al Cocodrilo que, de nuevo, es inequívocamente jonesiano. Y eso respira este cuento de hadas en clave postfeminista: una libertad de musicales que llega a lo sublime con Almost There, número que se diría soñado con un ojo en las intros de la UPA y otro en la ilustración publicitaria de sensibilidad vintage, que demuestra que la (gran) animación es movimiento, sinuoso, hecho de una (excelsa) sensibilidad estética.

Genuino tour de force animado que incluye romanticismo, un villano post-Capitán Garfio que lejos de ser poderoso está endeudado, un príncipe azul que no solamente necesitada ser rescatado sino que es el pathos de cambio/madurez de la historia y una idea del Pasado del todo hermosa y constructiva: el Nueva Orleans da pie a las apariciones especiales de Terrence Blanchard y Keith David (la voz del villano) previsiblemente espectaculares y llenas de un sorprendente lirismo.

Este regreso a la animación tradicional tiene algún bache narrativo, pero todo en pos de la poesía (el entierro de Ray) y de una disfrutable contemporaneidad (la presentación de Ray, el uso invertido del cuento de hadas) que nunca sirve de excusa para justificar mala animación porque lo que aquí se vive es un auténtico guateque animado, con sensibilidad histórica post-Obama, otra prueba de que Disney es, actualmente, la Izquierda y de que Muskers y Clemens, autores de una cinta memorable (The Great Mouse Detective) y otras de hallazgos más dispersos, son todavía capaces de usar los esquemas como método de celebrar posibilidades visuales y llenar su película de una sofisticación que pasará desapercibida a los despistados (esas máscaras africanas de Picasso que iluminan al villano; la cita de Bechet y Armstrong del cocodrilo Louis).

sábado, febrero 20, 2010

Here, there…


No estoy dándome a la vida latina post-exámenes, todo lo contrario. Tengo este sitio abandonado, pero…..Acabo de entregar a We Love Cinema un artículo sobre Velasco Broca y Mira y he escrito en cine365 un par de cosas: un reportaje sobre las dos The Road (libro y película) y una crítica (5 estrellazas) de la maravillosa I'm not there. Y la columna de este mes en LdN dedicada a la bendita Susan Sontag.

Ah, y qué gusto da poder leer esa cosa quimérica llamada Pequeño Libro de Notas, de la mano del incansable Frunobulax y de una troupe de gloriosos dibujantes.

lunes, febrero 08, 2010

Blown Away

The Hurt Locker (2009, Kathryn Bigelow)

Entre otras cosas, Río Bravo (1959) tiene como legado su grupo asediado en el que su complicada situación límite fuerza a los arquetipos a trabajar en equipo y otorga al esquema narrativo una singular anomalía: Hawks descubre que el centro es, siempre, su grupo, nunca su tensión o su enfrentamiento con El Otro, casi siempre oculto y anónimo, un pretexto para reflexionar sobre las dinámicas grupales. El grupo hawksiano es el eje temático de Carpenter y Romero, por poner dos ejemplos familiares, hasta tal punto que el cine fantástico ha importado su esquema, gracias a ellos, de modo que no parece que su fuente primaria fuera un western tan arrollador como el de Hawks. Este es el elemento de más interés de The Hurt Locker: su resituación hawksiana en una guerra y en un tipo de misión reducida y que consiste en desactivar bombas, siendo la constante vigilancia de un enemigo invisible el principal motivo de una contrarreloj frenética y angustiante a la que un peculiar (anti)héroe escéptico encarnado por Jeremy Renner es adicto. Kathryn Bigelow, compañera generacional (y sentimental) de James Cameron, y autora de films de indudable potencia como Near Dark (1987), su reworking peckimpahiano del Mito Vampírico, Point Break (1991), su John Ford reducido a la Adrenalina y Strange Days (1995), su valiente y desobediente cyberpunk en tiempos preMatrix. Revisión merece Blue Steel (1990), su policial feminista e hiperbólico. Visualmente es su película más caótica: aunque extremadamente eficaz en términos de verosimilitud, los habituales zooms y las cámaras sin trípodes, reducen la belleza de los planos a dos o tres tomas slowmo en los que cada explosión se convierte en un barroquizante baño de humo y arena y sangre. Sin embargo, sus set pieces son endiabladamente exactas y su montaje jamás se convierte en un problema por su sencillez estructural.

El relato se cierra con diez minutos de aparente mensaje moral. "El hombre no deja atrás nunca la guerra" se dice y se pretende cerrar una cinta de acción (milimétrica hasta ese momento) como relato moral, antes que dejar eso a un nivel sutil. El único problema es que entonces su escenario cobra un innecesario protagonismo y también sus vindicadores, alucinados por su descubrimiento de que se trata de una cinta sobre Irak en la que hay buenos y malos en cada bando. Tal argumento parece digno de un adolescente, lo que es perfecto para obviar que el asunto Irak viene condicionado por sus razones, por el significado primordial de su gesto. Bigelow tiene el pulso, pero jamás la perspectiva, con lo que no entiendo los motivos por los que esta película parece estar más cualificada para la carrera de los Oscar que, por ejemplo, Star Trek (2009, J.J. Abrams).

miércoles, febrero 03, 2010

Nothing Lost

Ah, Lost. Con todas sus carencias y sus diálogos a marchas más forzadas que los personajes por tal de ser útiles, Lost. La única serie capaz de convertir en algo verosímil una llave gigantesca de madera, templos y al menos tres líneas narrativas situadas no ya en épocas distintas, sino en universos despoblados de Dioses (o reconquistado por rivales). El inicio de anoche fue asombroso. No es una serie, solamente. No es un hallazgo en la narrativa audiovisual, nada más. Es un evento y una mitología compartida. Justo lo que no tiene el cine, porque las fuerza y las saca de viejas historias ya anacrónicas en los cincuenta o porque se centra en el asombro de la imagen, tarea comprensible, claro, pero no tiene, ni tendrá, nada más, pasado el asunto Star Wars y especificados los públicos de Harry Potter o Twilight. Por desgracia, la mayoría de los otros autores parecen condenados a una distribución menor. Pese a ser emitida en la ABC, Lost se emite en directo. En el directo de la red. Observen el Twitter Topic.

Esta serie ha pasado de jugar con los ecos del pasado para definir presentes tumultosos, versión autojustificativa de una narrativa á la Faulkner, a los saltos adelantes hasta llegar a la entropía retorcida y nada fácil de ahora, mezcla imposible entre Pynchon y un Greg Egan ready made. Sus reglas parecen más severas que lo que podemos ver, pero lo que es evidente es que esta Final Season va a ser memorable, incluso más allá de la decepción o del aplauso. Ya es memoria y aprendizaje, claro.