Suzanne Collins, The Hunger Games vol. 1. Ed. Scholastic.
Escribía Jordi Costa que el tema oculto tras la estupenda y ya clásica comedia juvenil Rumores y Mentiras, en mi opinión una película increíblemente subestimada y con unos diálogos magníficos e interminables, era “la cultura de la fama entendida como cultura de la infamia”. Pues no hay mejor manera de hablar del tema de Hunger Games, la estupenda y vendida nueva saga juvenil de moda (o casi) escrita por Suzanne Collins.
Alejada del high camp de Stephenie Meyer y de la maquinaria sobrevalorada de la políticamente correcta JK Rowling, Collins ha escrito esta novela con marcada inspiración mediática: dice que las imágenes del futuro le fueron sugeridas zapeando en un tiempo en el que Estados Unidos era sus imágenes del desastre del Katrina o la guerra de Irak. Puede parecer una pedantería o un astuto movimiento publicitario, pero no es tan absurdo pensar así si vemos la nutrición directa que cierta ciencia ficción toma del presente y lo convierte en incómoda pregunta. En todo caso, Hunger Games contiene un universo extenso y un deporte por descubrir y un romance pasional, pero aquí terminan las similitudes con las predecesoras: estamos ante la versión más subversiva y rompedora de novela juvenil de ciencia ficción.
Ambientada en un mundo post-apocalíptico en el que los Estados Unidos se han refundado y ampliado bajo el nombre de Panema, la novela nos muestra los Hunger Games, poco menos que un espectáculo de gladiadores televisado (y de máxima audiencia) a lo grande en el que los participantes deben matarse entre sí hasta que quede un campeón. Pero un improbable romance sacudirá los cimientos del concurso y la historia de amor entre Katniss y Peeta cambiará las reglas del concurso para placer de la audiencia. Pero, por supuesto, este cambio será volátil y estará sujeto a la fascinación (temporal) del público por una muestra de sentimentalismo tan extrema (el amor entre los jóvenes surge de la generosidad previa de Peeta con la joven Katniss durante tiempos apocalípticos) para dar paso a un final más diveritdo y sádico.
Combinando dosis elevadas de romance adolescente químicamente puro y sadismo al más puro estilo de The Running Man de Richard Bachman (o The Long Walk), este Battle Royale para la era Sálvame tiene no pocas cosas que contar sobre nuestro presente: que el amor es un espectáculo entretenido si podemos decidir la catástrofe última. Es decir, el sentimentalismo, y toda forma de sensacionalismo, es la retórica más adecuada para que el show continúe y el apocalipsis funcione.
Escribía Jordi Costa que el tema oculto tras la estupenda y ya clásica comedia juvenil Rumores y Mentiras, en mi opinión una película increíblemente subestimada y con unos diálogos magníficos e interminables, era “la cultura de la fama entendida como cultura de la infamia”. Pues no hay mejor manera de hablar del tema de Hunger Games, la estupenda y vendida nueva saga juvenil de moda (o casi) escrita por Suzanne Collins.
Alejada del high camp de Stephenie Meyer y de la maquinaria sobrevalorada de la políticamente correcta JK Rowling, Collins ha escrito esta novela con marcada inspiración mediática: dice que las imágenes del futuro le fueron sugeridas zapeando en un tiempo en el que Estados Unidos era sus imágenes del desastre del Katrina o la guerra de Irak. Puede parecer una pedantería o un astuto movimiento publicitario, pero no es tan absurdo pensar así si vemos la nutrición directa que cierta ciencia ficción toma del presente y lo convierte en incómoda pregunta. En todo caso, Hunger Games contiene un universo extenso y un deporte por descubrir y un romance pasional, pero aquí terminan las similitudes con las predecesoras: estamos ante la versión más subversiva y rompedora de novela juvenil de ciencia ficción.
Ambientada en un mundo post-apocalíptico en el que los Estados Unidos se han refundado y ampliado bajo el nombre de Panema, la novela nos muestra los Hunger Games, poco menos que un espectáculo de gladiadores televisado (y de máxima audiencia) a lo grande en el que los participantes deben matarse entre sí hasta que quede un campeón. Pero un improbable romance sacudirá los cimientos del concurso y la historia de amor entre Katniss y Peeta cambiará las reglas del concurso para placer de la audiencia. Pero, por supuesto, este cambio será volátil y estará sujeto a la fascinación (temporal) del público por una muestra de sentimentalismo tan extrema (el amor entre los jóvenes surge de la generosidad previa de Peeta con la joven Katniss durante tiempos apocalípticos) para dar paso a un final más diveritdo y sádico.
Combinando dosis elevadas de romance adolescente químicamente puro y sadismo al más puro estilo de The Running Man de Richard Bachman (o The Long Walk), este Battle Royale para la era Sálvame tiene no pocas cosas que contar sobre nuestro presente: que el amor es un espectáculo entretenido si podemos decidir la catástrofe última. Es decir, el sentimentalismo, y toda forma de sensacionalismo, es la retórica más adecuada para que el show continúe y el apocalipsis funcione.
3 comentarios:
Felicidades por tu libro, Alby. Sales muy guapo en la contraportada.
Que sepas que lo pase muy bien la otra tarde contigo. Se que no es pronto para decirlo pero te quiero. Quedemos pronto.
Tu osita.
La verdad es que tiene una pintaza increíble. Según dices puede darnos todo lo que cRepúculo y Harry Potter nunca nos dio.
me encanta este libro, aunque la segunda entrega me dejó un sabor más agridulce... si agradecí un libro para adolescentes sin melodrama en la 1º entrega, lamenté que estos temas aparecieran en la segunda
felicidades por tuaparición en el país semanal
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