sábado, noviembre 19, 2011

El maestro y la margarita (y II)


Ante sus ojos se alzó un muro de tulipanes y Margarita vio detrás de sí la inmensidad de luces con pantallas, que iluminaban [...] los hombres negors de los frac

La segunda parte del Maestro y la margarita define mejor el método de Bulgakov que la primera. Lo hace explícitamente. Conocemos a Margarita, una dama y una bruja, una poseída y una esclava, también una amante, la conocemos con sublime ironía. La mejor escena es una larga parodia de la última cena, con Margarita y Natasha sirviendo al mismo Diablo como inquietante y desternillante anfitrión. El narrador promete estar conmovido, pero el diablo ya nos ha aclarado el verdadero argumento.:

-Y lo mejor de esta historia es - dijo Voland - que es mentira desde la primera palabra a la última.

Por eso Margarita lee, al mismo tiempo que el lector, en ese tiempo real de la lectura imposible, el correlato de Poncio Pilatos, la miserable noche de un delator y un avaricioso. La segunda parte de la novela lee pues a Cervantes, pero allí donde el Quijote había leído la primera, Búlgakov solamente deja interferir a Margarita en su correlato, no la deja ser consciente más allá de que todo eso es una mentira. Todo lo que sucede es ya deliberadamente carnavalesco, un baile de máscaras surreales que dan paso a escenas más exageradas.

¿Y cuál es la parte más demoledora del libro, la más efectiva? El epílogo. Los asesinatos, el recorrido. Todo queda en vano. Stendhal, de nuevo, pero incluso sin remedio. Es todo una mentira, incluso antes de que lo sepa el propio el Diablo, que de existir no sería otra cosa que ese sistema de mezquinos poetas, mentirosos ávaros y dueños de chalets en un Moscú que parece enamorar a Lucifer. Bulgakov se enfrenta a la posteridad con un humor severo.

Eso es - asintió Koróviev, compartiendo la idea de su amigo inseparable - Y qué emoción tan dulce envuelve el corazón cuando piensas que en este casa madura el futuro autor de Don Quijote o del Fausto o de ¿quién sabe? de Almas Muertas. ¿Eh?

Pero porque la cultura, por supuesto, es un sujeto delicado. Delicado a ser apropiado y malinterpretado por servilismos y esclavos.

Dostoievski ha muerto - dijo la ciudadana, pero no muy convencida.
-¡Protesto! - exclamó Potota con calor - ¡Dostoievski es inmortal!

1 comentario:

cgamez dijo...

Según Vázquez Montalbán, una gran novela es una emulsión en donde el estilo no es lo más importante, ni la trama, sino la emulsión en sí (tal vez no lo dijo así, las distorsiones, en todo caso, son culpa mía).

El maestro... merecería ese apelativo ya solo por la reescritura que se hace de la historia que más ha influido a la cultura occidental (mal que le pese a Nietzsche): la vida de Cristo. Y por la reactualización del mito faústico. Ambas desde ese tono sarcástico que comentas.

Un saludo.