lunes, mayo 11, 2015



-La gente, o al menos así lo veo yo, prefiere casi siempre que se hable mal de ella a que no se hable en absoluto: cada vez que los pones a prueba (por los menos, cuando yo lo intento) te reafirmas en tu opinión. No es sólo que con ofrecerles para que se suban se te echan encima como peces hambrientos; es que se salen del agua, saltan por millares y corren brincado y boqueando con ojos desorbitados hasta la puerta de tu casa. Ya conoces la expresión francesa, tener des yeux de carpe: expresa de manera muy gráfica las miradas que rodean al joven periodista, y te aseguro que a veces tengo la impresi´n de que si me atreviera a no cerrar los ojos ante el espectáculo, perdería brillo el oropel de las primeras ilusiones. They all do it, ya lo dice la canción, y es una de las sorpresas más elocuentes. Uno pensaba que quedaban espíritus egregios que no sucumbirían a ello, es decir, que no harían el menor gesto para cortejar al oráculo. Pero, válgame Dios, les brindas la oportunidad y son los peores, los más ávidos. Te lo digo en serio, no me resta ni una pizca de fe en ningún ser humano. Salvo, desde luego - contiuó el joven-, con dos excepciones: ese ser extraordinario que tengo ante mí, y ese otro frío, calmado y comprensivo al que distingues con tu confianza. Pero nosotros vamos a contracorriente. Vemos, comprendemos; sabemos que tener que vivir, y cómo vivimos. Al menos lo hacemos así, los dos solos, nos tomamos nuestra revancha intelectual, nos libramos de la indignidad de hacer el necio tratando con necios. Lo cual no quiere decir que no disfrutáramos más si lo fuéramos. Pero es algo que no se puede evitar. Carecemos del don, del don de... de no ver. Lo hacemos lo peor que podemos para lo que nos pagan.

Henry James, Los periódicos. Traducción de Guillermo Lorenzo.

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