miércoles, mayo 25, 2016
Cuanto más vuelo sobre estos recuerdos, tanto menos casual me parece lo insignifcante del papel que en ellos desempeñan los seres humanos: pienso en uan tarda en París al a que debo clarividencias sobre mi vida que me sobrevinieron fulminantemente, con la potencia de una iluminación. Fue precisamente esa tarde cuando mis relaciones biográficas con los seres humanos, mis amsitades y camaraderías, mis pasiones y amoríos, se revelaron en sus intrincaciones más vivas y ocultas. Me digo a mí mismo: tenía que ser en PArís, donde los muros y los muelles, el asfalto, las colecciones y los escombros, las verjas y plazas, los pasajes y los quioscos nos enseñan un lenguaje tan único que en esa soledad que nos envuelev, en nuestro estar sumidos en ese mundo objetivo, nuestras relaciones con los seres humanos alcanzan la profundidad de un sueño en el que les está esperando la visión que les revelará su auténtico rostro. Quiero hablar de aquella tarde por lo fácil de ver que me hizo la forma en que las ciudadse llevan la batuta en la fantasía humana y la razón por la cual la ciudad en la que los hombres se pretenden con menos miarmientos unos a otros, la ciudad en la que las citas y las conversaciones telefónicas, las reuniones y visitas, el flirteo y la lucha existencial, no le permiten al individuo ni un solo instante contemplativo, se toma su revancha en el recuerdo, y el velo que ha tejido a escondidas con nuestra vida enseña menos las imágenes de seres humanos que las de los escenarios en los que nos encontrábamos con otros o con nosotros mismos.
Walter Benjamin, "Crónica de Berlín" en Escritos autobiográficos. Traducción de Teresa Rocha Barco.
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