Querido lector
Mientras todos se preparan para el regreso del 22 de Mayo cabe preguntarse qué falló si la década de los ochenta fue tan prodigiosa y ominosa, si apareció una luz divina que cegó tanta bondad. Lo más interesante de los ochenta es que el mainstream fue tomado (ya hablaremos, otro día de las inexactitudes de la muerte del hollywod de los autores en 1979) por una serie de directores que alcanzaron la cima a base de reinvenciones del género que reanimaron el panorama general a partir de su memoria sentimental. No se podría entender sin la sensibilidad del gimmick o de Rod Serling, el éxito del mejor Steven Spielberg, cuyas películas logran así alcanzar el grado de acontecimiento. Jaws y Encounters on the third kind le dieron el crédito que su alocada comedia 1941 le restó. Pero ¿Qué son Raiders of the Lost Ark y Star Wars sino películas de sensibilidad pulp, reciclajes de materiales venidos de los años 30 y de tiras cómicas? Más allá de que sea la primera la única obra verdaderamente maestra de las dos, está el hecho de que este recién coronado rey midas de Hollywood, convocó en el 82 al director de la Matanza de Texas (Poltergeist) y después al tipo que le deconstruyó Jaws con Piranha, Joe Dante, para que hiciera lo propio con el Capra Style y su personalísima E.T.
Yendo un poco más allá, la película lanzada al éxito evidente de la comedia adolescente, Jóvenes Ocultos, no ocultaba su condición de subversión e imaginación desbocada, incluyendo en un acto de sensibilidad generacional una temprana lectura del público y el vampirismo forjada en los tebeos Marvel. Y la opción guerrillera a Indiana Jones no era otra que la perfecta Golpe en la pequeña China, tempranísima reivindicación de John Carpenter de la libertad desbocada de Kung Fu contra los vampiros de Oro de la década anterior. Carpenter salía, por cierto, de una trastienda muy distinta a la de Spielberg: después de sus problemas en su magnífica La Cosa, tuvo que apoquinar con dos películas del todo insatisfactorias (Christine y Starman) al gusto del público. Por no hablar de la fulgurante carrera de Robert Zemeckis con los Back to the futures y su función de director de orquestra en la reunión de talentos que es Who Framed Roger Rabbit. No fueron ni Jurassic Park ni Death becomes her dos películas estupendas, aunque sólo una de ellas exitosas, las que provocaron que los noventa fueran un lapso oscuro y olvidable. Sin embargo la memoria histórica es lo primero que olvidamos cuando recurrimos a la nostalgia y esto implica que el regreso a los ochenta nos hace olvidar que los mismos señores fueron los que en los noventa dirigieron La lista de Schindler y Forrest Gump. La mejor seña está en James Cameron: de dar los FX de Escape from New York a dirigir Titánic.
Y luego está el asunto de Spielberg. ¿Acaso no había alcanzado una perfecta madurez, superada su más bien nefasta aportación a los noventa, en la que aunaba su habitual poderío visual con una melancolía bienvenida? Ejemplos como A.I., la estupenda aventura Catch me if you can o Munich son prueba de ello. La única diferencia respecto a los ochenta es que el cine actual convierte en mainstream todo material interesante o zetoso. Ahí tenemos los Spider-Man o el imaginario de los vergonzosos Piratas del Caribe, totalmente desaprovechados. Incluso Ghost Rider ha pasado de ser tebeo de culto a resaca con Nicolas Cage. Pero esta década, más parecida a los setenta que a los insistentemente recordados ochenta, ha dado ya nuevos héroes: Jason Bourne, Jack Bauer y el maravilloso Sky Captain, perfecto hijo de su (des)tiempo, espejismo digital del arquetipo pulp, reimpreso en píxels. El regreso continuado a los iconos ochenterostiene la épica de una generación que parece renegar del oscurantismo y heterogeneidad de su tiempo para un regreso, de aliento de reposición matinal, más de sus héroes. Es el de Indiana Jones el caso más aparatoso: una serie que encontró su brío en la relectura elástica y pulposa necesita reinventarse en formato de épico y crepuscular regreso, por la inmadurez embrionaria de los nostálgicos de los ochenta y de los falsos nostálgicos (los nacidos en esa década y criados a la sombra de las estanterías de VHS, en mayor o menor medida).
5 comentarios:
Por supuesto la nostalgia es un gran negocio, generalmente cuando las revisiones se quedan en la simple memoria engrandecida de la infancia (esto solo valdría, claro está, para treintañeros como yo o para post nostálgicos como usted :P). Desde el momento en que uno vuelve a ver "aquello" resulta que, quitando un par de hitos muy muy claros (es impresionante la contemporaneidad que mantiene Regreso al futuro) y los dibujos animados (no tengo explicación a su buena salud todavía) la mayor parte de lo que recordamos no se parece a lo que es.
Yo creo que el otro elemento de recuperación de los "estupendos" palomiteros años ochenta va mucho más al hecho de reconocer, veinticinco años más tarde, a la primera generación de cineastas claramente consumidora de cultura de bolsillo económico, es decir, toda una serie de directores y guionistas que crecen entre novelas de kioskos, superhéroes, programas dobles en autocines y música en cassettes intercambiables. Ellos hablaban de ellos mismos y eso, en un cine no "autorial" (entiéndaseme con esa palabra, por favor), era toda una revolución.
Hoy, a finales de esta década, la cultura consumidora de los cineastas de hollywood la damos por supuesta, pero en aquellos ochenta no, eso es fascinante, eso es lo que nos lleva (más la nostalgia pura) a mirar tanto y tan seguido hacia atrás.
jaja, buen título del post. le has dao con lo de la setenteridad de estos dosmiles. creo que todo esto lo resume la astitud de los fans de metallica que tiraron sus discos cuando los pavos se cortaron el pelo!
Alvy: Ya se que odia cuando me pongo severo,pero estas no son maneras. Tiene usted en la cabeza que los artistas hablan del futuro, y es un problema cuando hablan del pasado.
No es una cuestión de nostalgia. Es una cuestión de relevo. Los contadores de historias metabolizan las obras que les impregnaron cuando eran lectores. Los que ahora son adolescentes crearán obras impregnadas de Civil War y de Chris Ware.
Lo cual lleva a lo verdaderamente relevante: el futuro sepaunta enlos medios no masivos. Y se santifica cuando los impregna, o los invade.
Esta es la razón de las tiras en Indiana Jones, y es la razón de Watchmen en Lost.
Hombre ya.
Lord Repronto, muy interesante su comentario pero creo no haberlo dejado claro: Sky Captain es puritito Indiana Jones (a la misma banda sonora de Edward Shearmur me remito). Pero es otra cosa tal vez porque Kerry Conran se hizo más rarito con el paso del tiempo. No le niego a Indiana Jones su pan, sólo observo que en el mejor de los casos la película va a tener indios, saltos y el arca de la alianza, con una campaña basada altamente en la nostalgia.
Mi problema no está en recuperar la tradición del pasado (ahí tiene en mi archivo mis halagosas reseñas para Slither o Hostel, que parten de unas influencias muy claras y todas en los setenta/ochenta)sino en recuperar simplemente el pasado, sin otra intención que.... ah, sí, el sombrero de Indiana Jones. O Brando y los tridimensionales de Superman Returns.
El problema no es el futuro. Ni mucho menos el pasado. Pero no acordarse de que buena parte del abandono de esa tradición de aventura pulp la hacen los mismos que la ensalzan en los noventa para pasarse al melodrama y ahora regresar pues no me parece justo. Pero no por ello quiero negar a una de las mejores películas de spielberg (en busca del arca perdida) que he admirado ya dos posts más abajo por su prólogo, arrollador.
"Pero no acordarse de que buena parte del abandono de esa tradición de aventura pulp la hacen los mismos que la ensalzan en los noventa para pasarse al melodrama y ahora regresar pues no me parece justo."
Es cierto. Pero recuerde que lo justo y lo util dos lineas que raramente se cortan. Eso sí, lo celebramos cuando lo hacen.
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