sábado, mayo 24, 2008

Medalla de honor

En su reseña de La carretera de Cormac McCarthy, Michael Chabon aludía a los dos grandes temas del relato apocalíptico: la aniquilación y la recreación. Todos ellos provienen del gran testamento, del más antiguo avisa el reseñista. La tercera película de Gonzalo López Gallego es fiel al relato apocalíptico, narrado en clave zaroffiana, de una forma absolutamente inusual, siendo la aniquilación algo perfectamente respresentable en los caseríos abandonados de los bosques y la recreación una suerte de relectura del shooter absolutamente sensible y hasta épica, con la amistad y el honor palpable, obligatorio en cualquier western gran terreno para el que McCarthy ha ido cosiendo sus apocalipsis cada vez más futuros y pasados, en personajes ambiguos hasta el último minuto.

El rey de la montaña (2007) es la película que junto a Los Cronocrímenes va a marcar un verano delicioso por dos estrenos que anuncian un relevo fuerte y con un pulso narrativo envidiable, capaz de ensombrecer inclusive a unos maestros (ajenos y propios) entrados en una etapa post ludica de sus carreras. El cine español parece haber convocado una generación tan fructifera como la de los raging bulls o al menos hija directa de esta, crecida desde lo insondable de una industria con otros problemas muy distintos a los de Hollywood. Gonzalo López Gallego abandona la radical puesta en escena de Nómadas para sorprender a todos, con un trabajo justamente referencial pero sin los excesos o sombras de las convocatorias, aunque prefiere compartir el paisaje de Walter Hill (¡qué pulso!) con la sensibilidad de una generación educada en una segunda guerra mundial que es poco menos que una revisitación multijugador en clave de shoot'em'up. Y ahí es donde el pulso de la película toma aire en el paisaje desolador, como desairado retrato moral capaz de sostenerse en sus actores sin descuidar un trabajo formal impecable y áspero. Maria Valverde conduce todo el tour de force con una interpretación que sostiene el primer acto del film y Sbaraglia ejerce de metafórico paseador en una odisea con tantos recovecos apocalípticos como La carretera de Cormac McCarthy pero sin toda la brutalidad que se ha permitido su autor en trabajos como Blood Meridian. Gallego ha devuelto a una época ya coronada por la aceptación del blockbuster y la lógica del hype, un tipo de relato que pareció iniciar el binomio Peckimpah-Boorman pero consagró Hill, en el que la intensidad puede suplir absolutamente cualquier otro elemento fílmico, como la espectacularidad, que se consigue a base de una rapidez que se transmite a través de un lenguaje entre rico y desesperantemente frenético, buscando la absoluta expresividad del paisaje hasta lo inquietante. Unque algunas veces remita sin un ritmo tan desolador al salvajismo de los maestros citados, como en la secuencia del río, la estupenda dirección de actores y el valiente y brillante final (¡ese perro!) auguran a la película un natural remake americano, quien sabe si saludado en los Oscar en época de recuperar el canon de los setenta, y una de las mejores películas que veremos este año, en la que Gallego ha resaltado su personalidad mediante breves apuntes sobre la textura fílmica, sobretodo en sus planos subjetivos que provocan una suerte de lectura crítica a juegos online tan explosivos como Call of Duty 4. Sería una lástima que su autor no explorase sus renovadas posibilidades en el western heterodoxo y que el público olvidara una película que garantiza un desconcierto e intensidad magistrales.

3 comentarios:

Salanova dijo...

Es perfecta. Muy, muy inteligente, y los últimos 10 minutos está rodado con una intensidad y un pulso ACOJONANTES. Luego están los detalles: La foto del móvil mi preferido.

Salanova dijo...

Toda la película está rodada con gran pulso, pero en el final todavía más: Que, como bien dice usted, parece el modo multijugador de cualquier shooter.

Raul Sensato dijo...

Yo creo que este video merece análisis Alvysingista:

http://minchinela.com/blog/2008/05/25/metatutubismo/