Han pasado muchas cosas desde que el joven Martin Scorsese admirara, junto con su compañero y amigo Brian DePalma, Las zapatillas Rojas, el musical clave de la historia de la plasticidad cinematográfica dirigido por Michael Powell y Emeric Pressburger. Por hacer un breve resumen, una de las mejores es el cine de Kung Fu de la Shaw Brothers (escuela de Chow) al que Lau Kar Leung edifició sobre mitos inolvidables y deconstruyó con sentido del humor no menos ejemplar, casi como respuesta rabiosa a la Shaw Brothers. También han pasado cosas como la arriesgada y radical propuesta de John Woo de mezclar monasterio zen y trágica historia de gángsteres en una Hong Kong de fin de milenio en su obra maestra The Killer ,por no hablar de la redefinición gangsteril en clave de recorrido pop y grand style que es Goodfellas (1990, Martin Scorsese). Sólo así se puede entender la sucesión de travellings que inunda esta primera parte de Kung Fu Hustle, con la banda de los hachas, a medio camino entre West Side Story, el DePalma de los grandes angulares de Los Intocables y el Coppola evidentemente coreógrafo de Cotton Club (1984), toda una exhibición de virtuosismo al servicio de la épica de la… chorrada con corazón.
Sí, porque igual que su hermana bastarda norteamericana The Hudsucker Proxy, Kung Fu Hustle no se conforma con la mera distinción entre la parodia y el homenaje, sino que los auna para proseguir con una gramática visual que no sólo nos lleva a los grandes neoclásicos sino también a sus hermanos pequeños de los ochenta, como el Sam Raimi delicioso y evidentemente fundacional de Evil Dead 2, que encumbró la velocidad del cartoon como expresión posible y hasta cinematográfica o los Coen que reformularon Los viajes de Sullivan al ritmo del twist con guiños a la fantasía expresionista, la generación, Chow convierte las espectaculares dotes de Yuen Woo Ping en respuestas auténticas a la pseudopoesía de Dagas Voladoras con una secuencia capaz de desarmar al más exigente: el duelo con el instrumento de los dos segundos mejores asesinos, en el que la condición de musical de raíz powell-pressburgiana se autoafirma siempre con notas que generan ejércitos de esqueeletos y hostias orgullosas. O dicho de otro modo, Kung Fu Hustle no renuncia a la evidente poética que tiene su historia de amor (¡construida en el heroísmo doloroso!) para terminar siendo un auténtico superhéroe tradicional e iluminado…pero modesto. Porque Chow es en el fondo un cineasta cuyos protagonistas no sólo son outsiders peripatéticos de origen eternametne rufián y/o patán, sino que su deriva es la de local heroes encargados de dar ejemplo a la civilización. Lo que no deja de ser toda una declaración de intenciones por parte de un cineasta político que no teme a la sucesión de hostias y revelaciones dolorosas para aliviar siempre con un chiste sutil basado en la literalidad de su puesta en escena.
1 comentario:
Los 10 primeros minutos de "Kung Fu Hustle" se comen vivos a Capra, Chaplin, Demy y Scorsese juntitos.
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