Christopher Hitchens, La victoria de Orwell
(Traducción de Eduardo Hajman, Emecé, 2003).
George Orwell fue uno de los pensadores clave respecto a la importancia del lenguaje como constructor de la realidad. Dedicó numerosos y muy elegantes ensayos al respecto. ¿Qué hace uno de mis intelectuales favoritos, el polemista y ateo Christopher Hitchens? Algo que sólo podía hacer él: sacarle brillo a la figura intelectual. Un orwellianismo: poner su lenguaje (basado en la verdad, naturalmente, que para algo es de origen inglés e intelectual de profesión) al servicio del autor. Y la pirueta tiene una trampa exquisita: es Hitchens. O sea que es de una claridad inapelable. La división de capítulos: Orwell y el imperio, Orwell y la derecha, Orwell y la izquierda, Orwell y las feministas y así. Pero termina: Deconstruyendo a los posmodernistas: Orwell y la transparencia.
Ya está. Ya hemos llegado a una parte típicamente de Hitchens, fácil de percibir. Todos sabemos que la influencia de Hitchens es Orwell y que en ningún momento Orwell estuvo reñido con nadie de la escuela posmoderna. Pero Hitchens decide enfrentar el pensamiento de Orwell (anterior) al posterior de la escuela posmoderna. ¡Mira mamá sin manos! La pirueta de Hitchens de deconstruir (en sus propios términos) a los pensadores que no le caen bien. Las alergias de toda la vida (Derrida, Baudrillard) dan paso a un paralelismo más interesante: Adorno/Orwell. Al final no hay tal deconstrucción sino un bramido del inconforme Hitchens. Pero no es díficil obviar lo que The Hitch escribe en conclusión:
La objetividad, aunque en la práctica tan inalcanzable como el infinito, es útil de la misma manera, al menos como un punto fijo de referencia teórica. Es necesario el conocimiento de la propia subjetividad de uno mismo incluso para contemplar lo objetivo: nuestras expresiones idiomáticas modernas desfiguran ligeramente la obra de Heisenberg y Godel con el objetivo de dar entender esta percepción. Términos como neutral, distante, mucho menos bienintencionados, desinteresado o imparcial no transmiten todos el mismo significado; no son mas que formas estetizadas de la misma aspiración subjetiva
La inteligencia también puede, a ratos, con la objetividad.
2 comentarios:
Ergo... estamos de acuerdo en lo fundamental del asunto, ¿no crees?
pd: ¿viste en el Diario de VLM lo de la bitácora de George Orwell?
Precisamente buscaba esta incontestable reflexión. Menos mal que nos queda la aspiración, que siempre será la mejor brújula.
Saludos.
Publicar un comentario