Dennis Lehane, Shutter Island. Trad. de María Vía. RBA. 2005.
Dennis Lehane dice que lo pulp tiene siempre un texto que no funciona en niveles fáciles, o al menos con apariencias tan fáciles. Habla de la fuerza de sus escenarios. Shutter Island reconstruye lo pulp a través de un lenguaje bruto, extremista. Miren, el tío como se pone. En la página 13 empieza el libro con los Extractos de los diarios del doctor Lester Sheehan
Últimamente pierdo las cosas con demasiada frecuencia, especialmente las gafas, y también las llaves del coche. Entro en las tiendas y me olivo de lo que quería comprar, salgo del teatro y soy incapaz de recordar lo que acabo de ver.
Observen como enseguida nuestro doctor atormentado es para Lehane la oportunidad de insertar una frase de poética bolsilibro, auténtica. Ya en la página siguiente dice:
Si es cierto que para mí el tiempo es una colección de puntos de libro, me siento como si alguien hubiera sacudido el libro, y como si esas amarillentas tiras de papel, las tapas rasgadas de las cajas de cerillas y los palitos para remover el café, hubieran caído al suelo, y como si las cubiertas manoseadas hubieran sido alisadas
Nuestro doctor, como Lehane es un hombre sensible: solo así se nos explican los palitos del café.
Ya en la página diecinueve Lehane apuesta por la frase seca, contundente y otra vez pura con su intención:
Había llevado a Teddy a las islas cuando todavía era un niño, demasiado pequeño para ser útil en un bote. Sólo había podido desenmarañar los sedales y quitar los anzuelos. Se ahbía cortado varias veces, y la sangre le había manchado las yemas de los dedos y las palmas de las manos.
En la página 34 Lehane escribe
McPherson, el jefe adjunto de vigilancia se reunió con ellos en el muelle. Era un hombre joven para tener ese cargo, y llevaba el pelo rubio un poco más largo de lo habitual
Y así durante la primera parte de su novela hasta llegar al final. El final es una reflexión que parte de un poema de Byron y que habla de una forma secreta de los mecanismos pulp para crear narraciones que hablen de temas clave como la culpa o la locura. Y en esto pienso en el artículo de John Tones en la Interzona sobre las derivaciones del Slasher:
Pasamos al comic, y llegamos a la explosión industrial y comercial del tebeo de terror en los años cincuenta (EC Comic, Atlas), también influidos por esos pulps de tortura femenina y horror grandguignoloide: un total de cincuenta cabeceras mensuales entre 1951 y 1955. Muchos tebeos. En una época de permisividad creativa total, poco antes de la promulgación del Comics Code, este holocausto de comics de miedo cultiva la prolongación y reelaboración de los mitos clásicos de lo monstruoso. Eliminan la tragedia gótica de tintes abstractos y deconstruyen el pathos del monstruo con multitud de pecados semicapitales completamente humanos: los celos, la envidia, el odio más rastrero se convierten en leit-motiv para la resurrección de la carne
Narraciones brillantes e inteligentísimas, como asegura uno de sus personajes clave, Crawley. Lo único que sobra en la obra es su capítulo final, tranquilo y hasta chistoso, pero redundante con las propuestas anteriores de Lehane que van desde el romanticismo hardboiled a la introspección sobre los mecanismos sobre los que gravita la historia.
Es Shutter Island la historia conmovedora de un trauma y también de la ciencia, ocupada siempre en resolver el lenguaje de la mente. Una novela capaz de asumir el riesgo de declararse pulp y no serlo irresponsablemente, por una emulación fácil que conduciría a la ironía o al distanciamiento posmoderno, sino serlo con un sentido novísimo, mutante, incluso me atreveria a decir que verdadero.
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