lunes, noviembre 19, 2007

Decálogo sobre las instrucciones de uso de Vicente Verdú: El resultado deliberado tras el nonessay.

He recordado, repentinamente, que hice una promesa de publicarles un ensayo, pero he releído a Don Vicente Verdú y me he dado cuenta de que no puedo escribirlo.

**
En un acto de prosodia, me he planteado estructurarlo como un poema, usando rimas publicitarias con el fin de disfrazar de producto la crítica consumista y por ende, abarcar al maldito comentario de Vicente Verdú.

**

Pienso que Sergi Bellver debería reivindicar más a menudo su literatura de todo corazón hecha letras no tan heridas como él desearía, pero si más bonitas de lo que todos esperarían.

**

Por si no se han dado cuenta esto intenta cumplir el manual verduiano para la ficción, porqué en realidad hablo de eso. De Lo Real. Entonces yo me pregunto ¿Es su ensayo algo verdadero?

**

Jordi Carrión es un señor cuya gentileza no merece adornos, su amabilidad no conoce límites y su confianza sólo merece relecturas. Tengo en mis manos a 1976.

**

Vicente Luis Mora ya lo dijo todo antes, con su habitual pulcritud y sentido de la diplomacia rebelde (un oxímoron que sólo en sus manos funciona). Pero pienso en que la higiene es un elemento importante, sobretodo cuando vas a mancharte las manos, en eso coincidiremos todos los aquí presentes. Luis Mora es todo elegancia vestida de chef, Verdú cocina desde su hogar. Los platos caseros son algo íntimo, no me cabe duda.

**
Vicente Verdú debería haber subtitulado su ensayo: Ahora preparar la Nocilla es fácil..

sábado, noviembre 17, 2007

Ira Levin y el misterio del personaje

α´. Ha muerto Ira Levin. La muerte del escritor norteamericano más conciso, en su carrera que bordeaba thriller, scifi y horror cotidiano, es una pérdida más dolorosa de lo que esperan. Pueden homenajearle de diversas maneras: hacerse con su olvidadísima utopía Este día perfecto, capaz de competir con 1984 y Un Mundo Feliz en subtextos más que sugerentes. Y si quieren pasar como perezosos alquílense la última versión cinematográfica de su maravillosa The Stepford Wives. El Gran Tema de Levin por excelencia es el desafío a la realidad: creó una serie de inviduos que sueñan con ser personajes, unos entornos que son capaces de generar (y robar) identidades y una fantasía que es la de un nuevo mundo. Usó muchos códigos para contar su historia secreta de la mentira como la verdadera naturaleza humana: la del noir, contemporánea a la Highsmith (Un beso antes de morir), la del terror a medio camino entre la historia alternativa y los supervillanos postmodernos (Los niños del Brasil) e incluso los edificios cargados de alta tecnología, en el que su villano quería convertir a su víctima directamente en fetish mitológico (Sliver).

β´.Vicente Verdú ha publicado un artículo en
el diario El País que va a dar mucho que hablar. Yo me preparé con tiempo eso que la gente fina llama essay para discutir los pormenores y las virtudes de su decálogo. Ustedes deberían leerlo. Si les suena, ni que sea de refilón, el nombre de un tocayo de su autor, creo que ya van por el buen camino.

γ´. El Gran Tema del Bloguero es el personaje. Es inequívoco: el hacer público textos, fotografías, videos, es un ejercicio de formalismo impostor que bien ha inspirado a Verdú para trazar su nueva idea de la realidad. Miguel Espigado, el creador del blog
Generación Nocilla, me ha convertido en protagonista de un relato llamado El semáforo Negro. La historia empieza cuando, un buen día, le robó el nombre al verdadero Singer. Y Espigado sigue con la leyenda: me da parte de que ha usado un nombre que considera mío. Puede que en 20 años lo único que perdure sea el semáforo negro, y a su personaje convertido en follador de gordas. Los personajes de Levin se sentirían muy cómodos en la blogoesfera (y en la babeliana e infinita Internet, quizá también): es el único lugar donde a través de sus foros, blogs y canales podrían suplantar cualquier otra utopía nazi al alcance de su mano. El fracaso a la hora de conseguir acólitos sería posiblemente lo que llevaría a los personajes de Levin (nunca me atrevería a llarmalos supervillanos) al suicido intelectual.

miércoles, noviembre 14, 2007

Comentario de Eloy Fernández Porta en el fallecido bló de Vicente Luis Mora en bitacoraspuntocom convertido en post estelar (homenaje a Joseph Lai)

Vuelve la guest star favorita del blog, en un formato diferente y en un pionero sistema que propone un homenaje inteligente a los logros artísticos de Tomas Tang o Joseph Lai, vía alegoría blogoesférica. And now the news:

Eloy-as-españolazo-del-bombo
Sería interesante que la definición literaria-intencional de posmodernismo ("yo soy escritor posmoderno porque quiero") se complementara con una visión más social-pragmática. Tal como yo lo veo, uno es posmoderno no porque haya leído un artículo de Derrida o el último número de Neo2, sino porque vive en un medio en que sus deseos y aspiraciones han sido acelerados a la velocidad del consumo, en que los criterios de legitimación y valor que solíamos llamar "modernos" han sido sustituidos por otros creados por los mass media, en que la geografía está más determinada por las coporaciones que por los Estados-Nación, en que se está sometido a políticas de control y legislaciones que difícilmente pueden seguir llamándose modernas (i.e., ya que hablamos de ciencia: la posibilidad legal de patentar seres humanos (microbios modificados genéticamente) viene a cuestionar la distinción moderna entre "vida natural" y "producto comercial"). Todo esto es, hasta donde yo puedo ver, una realidad envolvente, que no es paranoia de Derrida sino que existe. Respecto de esta realidad la literatura puede asumir críticamente la condición de la época (posmodernismo "bueno": Thomas Pynchon) o puede soslayarla por medio de un simulacro de crítica (posmodernismo "banalizado": el último Juan José Millás).

Así pues, ¿qué nos impide hablar de un posmodernismo literario español con todas las letras, como se habla del alemán, del surafricano o del mexicano? ¿Nuestra peculiar Historia? No hay ningún país que haya hecho una "correcta transición" desde la Modernidad hasta la Posmodernidad; Alemania, por ejemplo, pasó del totalitarismo imperialista a las ruinas, de ahí al desarrollo capitalista y de ahí a la posmodernidad, todo en poco más de veinte años -y nadie cuestiona la existencia de un posmodernismo alemán, como tampoco se cuestiona que un autor surafricano como Coetzee sea un fenómeno posmoderno. ¿El provincianismo? ¿Respecto de qué capital? Todos sabéis que la historia de las literaturas "innovative" norteamericanas, desde Gertrude Stein hasta los escritores avant-pop, es la historia de una elite cultural formada por los escasísimos escritores que hablaban una segunda lengua en un medio literario totalmente monolingüe; de los pocos que leían alguna traducción en un medio que no traduce casi nada; de los pocos que estaban al corriente de lo que pasaba en literaturas que no fueran la norteamericana, y bebían todo lo que podían de ellas. ¿Qué habría sido de los posmodernos norteamericanos de los sesenta sin Borges? ¿Qué es Walter Abish, sino un miembro más de la tradición oulipista europea? ¿Qué es la teoría posmoderna tal como la han inventado en Brown, en Berkeley y en Duke sino una "puesta en práctica" de la deconstrucción y la filosofía de la diferencia francesas? ¿Qué es "Estilos radicales" de Susan Sontag, sino la obra de una provinciana entusiasta que se llena la boca diciendo obviedades sobre Godard y Barthes en un medio en que esos nombres son desconocidos, y con un registro que no hubiera pasado un tribunal de tesina en Francia?

Un intelectual norteamericano es, por definición y con escasas excepciones, un Robin Hood que roba a los viejos ricos de la cultura europeos para dárselo a los pobres de espíritu yanquis. A mí me cae bien Robin Hood, pero, po favó sus lo pido: basta ya de complejo de inferioridad hispano respecto de la "capitalidad cultural nortemericana". La entrevista con Agustín que acabo de leer, y que aquí ha publicado un buen fanzine electrónico, tiene un nivel al que NINGUNO de los estudiantes de letras de Boston College y UPenn a los que doy clase cada año llega ni de lejos. Y este blog también. La posmodernidad no se entiende peor desde Zaragoza que desde Indiana; más bien al contrario: el nativo de Indiana sólo conoce una cultura pop (la suya), mientras que el de Zaragoza conoce lo mismo que el de Indiana más una segunda cultura pop -española- que es, entre otras cosas, una instancia de crítica y deconstrucción del pop oficial norteamericano. Hala, ya lo he dicho. ¡Contento me tenéis, que tengo que salir a defender el orgullo apañol desde Barsalona!

domingo, noviembre 11, 2007

Mailer y su muerte

Norman Mailer no volverá a golpear más en los diarios: su muerte es otro paso en el entierro de esa generación de escritores (pienso en Truman Capote, pienso en Tom Wolfe) que tejieron su grandeza novelística en su vida pública, en esa sucesión de anécdotas. Pero si Capote parecía tener muchas y variadas excusas (entre ellas unos cuentos deliciosos y una cosita llamada A sangre fría y un montón de plegarias por atender), Wolfe tuvo su subidón de LSD siendo un moralista (Wolfe es en realidad el verdadero trasunto de Oliver Stone: comparten ambos un gusto por la droga y el moralismo casi crónico) pero en cambio Mailer... esto... ¿Mailer?

Los Desnudos y los Muertos es una BUENA novela sobre la segunda guerra mundial, pero en definitiva no deja de ser una coda, bastante modesta si nos lo tomamos seriamente, al lado de Adiós a las armas. Lo que nos queda, al margen del anecdotario de Mailer es América, un excelente e interesantísimo libro que reúne lo que Mailer intentó hacer, ya sea biografiando (Picasso o Marilyn no parecen elecciones al azar) o ficcionalizando (su último novelón, lo digo en un sentido descriptivo, es sobre Hitler): una crónica del siglo XX. Y ruidoso y activista él lo consiguió reuniendo todos estos ensayos: empiezan con la presencia de Ali en ese mítico combate y terminan con una defensa a ultranza de American Psycho. ¡No me digan que no es bello!
Reconozco que no he leído El Fantasma de Harlot, que Dead Can't Dance me parece una novela alucinógena y negra muy divertida, y que The Executioner's Song está muy bien, pero no hay nada de LITERATURA. A pesar de ello, lamento su pérdida. El bueno de Mailer, al que hace dos días leía en el Cultural, sus entrañables gruñidos propios de un izquierdista old school como era nos deja un legado público, mejor que cualquier otra ficción. Pensemos bien en el chiste de Woody Allen en El Dormilón, recordado estos días por todos los diarios, legó su ego a la Facultad de Medicina de Harvard. Mailer se creó a si mismo, y no podía ser otra cosa que una invención. Y para las letras queda la maravillosa América, escrita con una preclaridad envidiable propia del testigo audaz.

viernes, noviembre 09, 2007

Abyss

El Lamento de Portnoy es uno de los blogs más dedicados a la investigación de la construcción de la realidad en la ficción: por eso sus autores clave son, no podía ser de otra manera, gente como Philip Roth, Roberto Bolaño o Vladimir Nabokov. La primera parte del comentario de Portnoy acerca de la última pieza(s) de Enrique Vila-Matas es ficción, la segunda trasunto de realidad y tras su crítica, el mismo autor respondió a Portnoy sobre sus observaciones. No hay tal vez mejor definición para esta pieza: un lugar fantasmal, dónde la realidad es sólo un conjunto de detalles, y al final se termina encontrando a si mismo, no como ingenioso juego de espejismos, sino como inevitable choque contra... ¿qué?

Enrique Vila-Matas ha vuelto, a lo grande. Exploradores del Abismo es, tal vez, el menos vila-matiano de sus libros, pero esta mentira debe ser acotada: es, digamos, el abandono de la trilogía de la metanovela que supusieron Bartleby, Montano y Pasavento por un regreso hacia unos fueros más interesantes para mí: los de su Breve historia de la literatura portátil.

Exploradores del Abismo crea el personaje más fascinante de toda la galería de su autor: Maurice Forest Meyer. Si en sus libros anteriores se hablaba del eterno escritor fantasma, tejiendo una línea progresiva sobre la desaparición como única forma de verdad, aquí directamente la escritura es fantasmal. Vila-Matas tiene muy claro, y yo lo agradezco desde lo más profundo de mi ser, como se inventan los mitos, por eso, de Forest-Meyer todo lo que sabemos es por otros. Habrá críticos más coquetuelos que digan que su autor ha vuelto a olvidar las reglas de la tradición clásica, yo digo que ha sido capaz de reinventarse a si mismo (J. Habló de ciencia ficción, tras leer la maravillosa Materia Oscura yo no puedo parar de pensar en la ciencia ficción cotidiana que sólo es posible tras una carrera encarnada en las investigaciones metaliterarias de su autor).

Thelonius Monk o Miles Davis son algunos de los nombres a los que se invocan, con justicia a lo largo de la obra Exploradores del abismo es una jam session sobre el vacío, una serie de variaciones, con una melodía distinta, sobre algo extraño que, en realidad, no es la misma cosa: está construida sobre los cimientos que nacieron discos como Round About Midnight o Birth Of the Cool. Sólo es una forma de referirnos a otras, muchas más cosas. Y es también una novela maravillosa sobre y también de Maurice Forest Meyer, capaz de trascender la estructura plúmbea de escritor ausente perdido entre citas y hoteles, con síndrome de Estocolmo y reviviendo viejos tiempos en París. Pero, aquí, como no, se vuelve a París.

jueves, noviembre 08, 2007

El regreso

Jiro Taniguchi se ha tomado la molestia de desmarcarse bastante de la carrera habitual de la industria mainstream del manga (ya sabem shonen/shojo como forma de vida) e intentar una carrera tebeística, como es habitual fatal editada en nuestro país, coherente e intentando realizar un comentario social nada molesto. Taniguchi comparte con Murakami un paisaje: nacidos a finales de los años cuarenta, están crecidos bajo la sombra de la segunda guerra mundial e incluso uno de los primeros tebeos de Taniguchi es una reescritura de Trouble is my business de Chandler, uno de los autores clave para entender novelas com A wild sheep chase. A pesar de ellos tienen voces (o se concentran en espacios) bastante distintivos: si Murakami es, con todo, el urbanita que tarde o temprano nos sumerge en Tokyo o en toda la geografía japonesa, Taniguchi está más interesado en ser la voz que surge de los pueblos y de la gente que allí crece.
Barrio Lejano (que comparte mucho con su obra El almanaque de mi padre, creada cuatro años antes pero que laa precede en su publicación española y no debe llevarnos al engaño) es un Norwegian Wood rural, íntimo o si lo prefieren, una versión pocha, pochísima de Regreso al Futuro. Un hombre de negocios japonés viaja en el tiempo pero lo hará para descubrir porqué su padre le abandonó. Aunque Taniguchi acusa un ritmo lentísimo, es capaz de generar dos interesantísimas sorpresas: los motivos del abandono paternal están en que, en términos metafísicos, podríamos decir que él no es el padre. Si biológicamente pero su autor explora el clásico tema del regreso tras la guerra, de la suplantación identitaria. Es imposible dejar atrás quien somos y el propio protagonista lo descubrirá.
Taniguchi no se priva de dejar algún gag sobre el viaje en el tiempo ni de mantener una interesante intriga con el hecho de que el protagonista puede cambiar el pasado, pero el problema no estriba en que no lo cambie (Barrio Lejano es una historia de motivos, no de posibilidades y el flashback dedicado al padre es magnífico) sino que asistamos a un forzadísimo happy ending, que debería dejar al menos una duda para la ambigüedad de su protagonista ya devuelto a su vida adulta.

lunes, noviembre 05, 2007

Levantad Fanáticos el Muro de la Mala Lectura

Sería injusto empezar este post asegurando que el fan es una criatura ajena: nada más lejos de la realidad, el fanático, es la expresión más auténtica (pero no la más inteligente) de la devoción por algo. El problema estriba en que los fanáticos acostumbran a confundirse como expertos: ciertamente la línea que les separa no es la de la objectividad sino la de la habilidad puntillosa por explorar los mitos más allá de la hipérbole o el positvismo impostado.

JD Salinger es uno de los fenómenos más distorsionantes de la literatura del siglo XX: escritor recluso desde hace muchos años, es el que ha causado los más tempranos integrismos entre la comunidad lectora, una rara avis en un panorama literario cada vez más lejos del escritor más o menos alejado del best seller como fenómeno de masas. Resulta curioso examinar a Salinger hoy, ya sea sólo por el éxtasis perpetuo de su influencia (me tomo la libertad de ignorar a escritores-tipo Fuguet o así): tanto John Updike, Philip Roth como Richard Yates (por citar algunos de los más grandes narradores norteamericanos) han confesado su admiración por los relatos del talentudo Salinger. Fue Updike quien tal vez dió la definición más precisa de una grandeza tan inexplicable y viriósica, cuando dijo que sus cuentos le abrieron los ojos obre cómo se podía hacer ficción con hechos que no tenían mucho que ver o apenas estaban conectados.

Saco a colación al autor de Corre Conejo porqué uno de los episodios más memorables de la crítica literaria lo provocó Salinger: tras su magnífica review de Franny y Zoey. El diario en cuestión, el New York Times, recibió una carta llena de reproches por parte de unos señores que firmaban como Joan y Robert Scholes. Lo más curioso de la carta, no es sólo la agudeza de su respuesta sino lo representativa que resulta de la validez efímera del fanático porque el único reproche acertado de los Scholes era que The Updiker había escrito Hoist High the Roof Beam, Carpenters en vez de de Raise High the Roof Beam, Carpenters. En su respuesta el escritor trazó con elegancia y amabilidad una de las más clamorosas puestas en evidencia que ha sufrido en su larga historia el fandom: demostró que a pesar del conocimiento exhaustivo, los seguidores absolutos de Salinger eran incapaces de trascender a la ficción y pensar los personajes como lo hizo su autor, simplemente creían. No obstante, el reproche más extraño y delirante (que la crítica del escritor es... ¡hostil!) no debe sorprendernos ya que los seguidores absolutos son incapaces de comulgar con nada que se le parezca al análisis y la observación pormenorizada.

domingo, noviembre 04, 2007

Así de Repronto: Pollock Bop

El Doctor Repronto ha asegurado en su último y estupendo capítulo que Pollock (y su expresionismo) son una perfecta excusa ideológica para desactivar el arte izquierdista, respaldadas bajo una campaña de prestigio y así nace el paleto contemporáneo. No me parece ético llevar la contraria a una denuncia tan justa como la que cierra el capítulo que sostiene que Picasso, ya desactivado su peligro, expuesto ahora en galerías norteamericanas no es peligroso. Me parece un episodio lleno de mala buena idea: la tesis de que el arte era importante antes del expresionismo abstracto me parece bella. Y no menos verosímil.

Sobre Pollock difiero en su lectura (únicamente) política: a mi algunos de sus murales me parecen más relacionados con movimientos jazzísticos como el bebop, el hardbop o el cool, capaces de convertir en ritmo el caos urbano, que no sólo con sus promotores. Resulta evidente que se hizo un uso político de Pollock, claro. Pero también que hay vida en sus pinturas, más allá de ello. Una vida vacía, tal vez, pero llenas de la furia de una sociedad con calles como la 42 y Charlie Parker al mando de su saxofón. En todo caso, capítulos como éste demuestran que RdR debería generar opiniones encendidas ya sólo sea por el derroche de inteligencia y bondad impropios por poco habituales.


jueves, noviembre 01, 2007

Dos reflexiones respecto a la mitología del horror moderno

La Nueva Pesadilla es como anuncia John Tones un maravilloso ejemplo de prepotencia en el que Wes Craven es el único culpable. No se equivoca, pero también hay en La nueva pesadilla una película (arriesgada, distinta) en la que durante muchísimo rato (unos 50 minutos) la única aparición de Freddy es simbólica y hasta pocha, me atrevo a decir: una garra, producto de los efectos especiales, y un maquillado Robert Englund atendiendo a su público. Porqué La Nueva Pesadilla es también Lunar Park, y Wes Craven falla (me temo) al escoger a Heather Langekamp como el epicentro de toda la película. Cuando el epicentro está en el propio Craven y en los momentos de Englund (revelándose pintor de Freddy Kruger, un momento sugestivo que no es seguido luego). El regreso de Kruger y el papel de Craven como el urdidor de toda la historia son los elementos más interesantes de lo que, igual que Lunar Park, se revela una historia paternal. La diferencia estricta es que Easton Ellis parece saber que la tradición norteamericana puede unir con armonía a Stephen King con Philip Roth y Craven no tiene muy claro el tono: durante 50 minutos, La nueva pesadilla es deliberadamente cómica. Al final, cuando Freddy se enfrenta a Langekamp y la obliga a ser la víctima la cosa pierde su interés: ¿ha perdido Craven su potencial para trazar los sueños de la Pesadilla original? ¿No resulta atractivísima la idea de filmar una película en la que una película sobre realidad y sueños sean los protagonistas?

Ronny Yu es quizá el más indicado para renovar los iconos de terror. En su propuesta hay más conocimiento de casua que renovación, por eso no debe sorprendernos su heterodoxia, porqué al fin y al cabo él acota y amplia. Uno de los mejores momentos de La nueva pesadilla es cuando Wes Craven y Heather Langekamp hablan de cómo pueden destruir a Freddy: Craven insiste que una vez se terminan las secuelas, el mito queda libre más que extinguido. La deconstrucción del mito o la parodia tampoco matan al horror puro, sólo le dan más popularidad. En realidad lo único que puede destruir a un mito es la relectura: el Halloween de Rob Zombie ha cambiado absolutamente la percepción de Michael Myers como fuerza sobrenatural, para ser algo más aterrador, un monstruo cosido por la humanidad (su reverso más tenebroso, tal y como nos tememos) lo que lleva su efecto hacia otros terrenos. Freddy vs. Jason no sólo es el clímax final más delicioso y potente que podíamos esperar, es una película clásic. Yu ha llevado su pirueta a los mismos terrenos de La novia de Chucky y ha ampliado la maldad de sus personajes o su romanticismo: ahora Freddy Kruger es un sádico pedófilo (¡esas niñas sin ojos, deliciosísimas!) y Jason Voorhees un niño ahogado y... feo víctima de abusos (increíble la secuencia de retorno a Crystal Lake). Freddy vs. Jason no se conforma con demostrarle al fan que le conoce sino además le sorprende, sino resultaría inexplicable

Mysteriousless Brooklyn

La clave del detective está en su percepción: muchos de los grandes resolvedores de misterios tenían en su principio su privilegiado don para hacerse con la respuesta. Sherlock Holmes era capaz de desvelar cualquier intriga tan sólo pensando mediante lógica deductiva y al Padre Brown le bastaban unas conversas (más propias de las corrientes de la psicología y demás). Jonathan Lethem convierte la percepción el principal epicentro de su celebrada Huérfanos de Brooklyn: su protagonista, aquejado de síndrome de Tourette, impregna con su trastorno toda la narración, toda la investigación y todo el misterio que rodea a la trama.

Hijo Tonto dice que Lethem es un gran manierista a la sombra y que funciona siempre a la sombra (a la de Dick, concreta el maestro). Tal vez sea cierto, porqué había en Paisaje con Muchacha o Cuando Alice subió a la mesa una recreación de muchas de las ideas de Dick (y en la segunda de Carroll, evidentemente) llevadas al extremo o a la metáfora. Huérfanos de Brooklyn siendo una obra notablísima, inusual acusa los defectos propios del que construye artificios: muchas veces, se pierde el norte de su objetivo principal que es ofrecer una revisión (y no una deconstrucción) del noir completamente nueva.

Raymond Chandler (el principal creador de la novela negra de la que parte Lethem, completamente distinta a la del misterio de Chesterton o Conan Doyle) construía sus misterios entorno a personajes inolvidables, caracterizados con el bisturi del que se sabe cirujano de un mundo claro pero también con la ternura propia del escritor. No hay en el misterio de Frank Minna apenas ternura y emotividad, porqué la novela de Huérfanos de Brooklyn termina en su narrativa más impregnada que su personaje: Lethem construye escenas brillantes (por ejemplo, sólo parece ser emotivo en la muerte de Minna en el coche, luego el personaje desaparece también con su carisma, sin que nos importe demasiado) y emocionantes pero es incapaz de darle a los personajes un entorno por el que moverse, más allá de su lenguaje, excepcional y juguetón.

Sería injusto y bastante idiota (en terrenos puramente intelectuales) que pudiera dar a entender que Huérfanos de Brooklyn es como La solución final de Chabon, una novela formalmente bella y absolutamente falaz contenido porqué no es así: Lethem asume el riesgo de reinventarse en su narración (y es un riesgo encomiable porqué el lector se transmuta en la mente de su protagonista, no en su voz pura y conscientemente narradora) y termina exactamente igual que Tarántula de Dylan. Construyendo una sucesión de escenas memorables pero nunca narradas a modo de novela y mucho menos de las siempre sólidas (no me refiero a las estructuras lineales, por supuesto) novelas criminales que encuentran en sus personajes auténticos mitos vivientes de una sociedad completeamente carente de ellos. Lionel Essrog encuentra su problema no en su enfermedad, sino el modo en que su narrador lo aleja deliberadamente de su entorno (el crimen, el misterio y la respuesta) para que el protagonista absoluta sea él. No se puede decir que sea fallido (no hay en esa intención nada banal, ni desde luego despreciable) pero si se puede pensar que tal vez el noir de Lethem no sea más que otro manierismo, esta vez excesivamente sombrío y díficil para ser valorado en su justa medida.


La fortaleza de la soledad


“A lo mejor piensas en los detectives de las películas y la televisión [...] En la tele todos son iguales. Los detectives son tan dispares como las huellas digitales, o los copos de nieve”
El detective de Lethem es dispar, pero también lo es su narrativa: su novela fascinante, su misterio nulo. Tal vez ese sea el verdadero espíritu de Huérfanos de Brooklyn: destruir la narración a través de los aforismos de un protagonista para finalmente caer en la cuetna de que no hay misterio. A diferencia de Borges, Lethem no cree que lo misterio tenga mucho que ver conlo divino y dudo que crea demasiado en la audacia de algún misterio. Huérfanos de Brooklyn, una novela inteligente no cree en uno de los lemas esenciales de la buena novela policíaca que es la inteligencia como único y exclusivo espectáculo. Se mantiene negra en la medida que ha ido ejerciendo, siempre, el género como catalizador social y moral: Lethem transcribe algunos pasajes desde el centro mismo de Brooklyn, desde el corazón de las ciudades.Y al final su autor regresa a Chandler: porqué al final su novela es como el recuerdo de Julia, que se irá perdiendo. En cierta manera Lethem logra lo que se proponía crear un personaje y que veamos como él, que vivamos dónde él, en la ciudad como esos sitios entre los que no parece haber otro espacio que el de Essrog. Y todo ello adornado con una prosa dylaniana, llena de variaciones, resucitando el término literaria de la mejor de las maneras.

Huérfanos de Brooklyn es, finalmente, el mejor y más inteligente de los fracasos.

¿Sueñan los internautas asiáticos con árboles de zapatos en Carson City?


Tony Scott en su díptico Man On Fire / Domino se propuso destruir el plano y la secuencia como elemento de la narración cinematográfico y consiguió un estilo interesantísimo basado en el destello y a veces hasta en la digresión visual más absoluta, combinadas con su habitual tempo frenético que se volvía hiperbólico. Lo que no debe llevarnos al engaño es que tras Man On Fire se ocultaba una clásica fábula mexicopeckimpahiana y Domino era una variación doble, una reedíción de Amor a quemarropa lo que no es otra cosa que una revisitación de Bonnie & Clyde. Lo interesante de la puesta al día de las tradiciones de Scott, es que en la primera fusionaba con gracia las técnicas recientes de cámara en mano o colores saturados para crear un remix con más descaro y furia que toda la filmografía de González Iñárritu, y que en la segunda su estilo visual casaba a la perfección con un final melancólcio, casi anticlimático tras el tiroteo final. La crítica pareció ignorar que la renovación formal era obligatoria: ¿no fueron acaso las películas de Peckimpah un exceso visual, lleno de zums locos, muy propio de su década, capaz de trascenderla por su virtuosismo? Y en el segundo caso, ¿no es Tony Scott el más adecuado para reinterpretar su propia Amor a quemarropa?

Agustín Fernández Mallo bien podría ser un Tony Scott literario porqué hay en Nocilla Dream un propósito formal (destruir la novela) y un fondo de lo más clásico (como Scott, Fernández Mallo vuelve a los clásicos ocultos o modernos) como son El mapa de América de García Casado o la misma América de Baudrillard. La postpoética de Fernández Mallo entroca también con Sam Shepard y no es casualidad: tanto Crónicas del Motel como París, Texas (escrita e interpretada por el escritor) son dos perfectas herramientas para intentar sumergirnos en el singular paisaje vacío que nos propone su escritor.

No hay que llevarse al engaño sobre su referencialismo ya que es ecléctico, más que pop. Y lo más importante: Fernández Mallo es un escritor que se revela fruto de una explosión mediática, no intenta tejer ningún discurso sobre la cultura pop, ni elevarla ni reabrir debates estancados. Incorpora cultura de todas las disciplinas, como buen físico y postpoeta que es, capaz de convertir sus referentes en un lenguaje sobre el que construir la movilidad de su obra.

Nocilla Dream en realidad es una mentira bella: incluso sus citas fueras de contexto (la definición de postmodernidad que da Fernández Mallo) son falsas. Falsas porqué a traves de la descontextualización su autor encuentra explicaciones a lo inmediatamente anterior y en esta impostura se mueve la novela: estamos ante una nueva y verdadera forma de realismo, al fin alejada de los esquemas del siglo XIX. Nocilla Dream, en realidad, defiende un realismo propio del siglo XXI y en eso se distancia bastante de las propuestas (personalísimas) de Loriga o Fresán. El debate formal debe quedar sellado, porqué el paisaje que propone Fernández Mallo es, literalmente, otro. Al final de su obra, su autor se desnuda: expone con ironía y honestidad las críticas que recibirá sus libros y se despide con una imagen bella: muchachos corriendo tras caramelos sugus. Lo interesante viene ahora: su inconcluso Proyecto Nocilla promete llevar el radio de la explosión más allá y en esa locura ascendente es cuando yo espero impaciente.

miércoles, octubre 31, 2007

The irresponsible Wood


James Wood en su imprescindible The irresponsible self comete dos errores que no me sorprenden. En su crítica a Tom Wolfe fracasa, como es propio en él: no hace una crítica, hace periodismo de declaraciones. Se queja el crítico Wood de la incoherencia existente entre el Wolfe ensayista (sobre) la novela y su ficción. Supongo que el crítico Wood no sabrá de las obras periodísticas de Wolfe sobre el LSD. Yo sí y por eso al leer la realidad distorsionada, excesiva y altanera de I am Charlotte Simmons las pegas son otras.

Cosa parecidísima le pasa con Jonathan Franzen. Lo que me resulta sorprendente es que Harold Bloom ( a quién frecuentemente malinterpreta Wood, y es que no cuesta imaginarse al joven JW compungido ante Foucault, lloroso ante el maldito Lyotard o el idiota Derrida o el cerdo Baudrillard, gente impura para el finísimo crítico de Nueva Inglaterra, I suppose) sea capaz de tenerlo más claro que el crítico del New Yorker. Y es que Wood construye una buena idea (Las Correcciones como el triunfo de la novela en los medios para ser gran novela) para luego desperdiciarlo con el dichoso periodismo de declaraciones. Extractos de ensayos de aquí y allá, como quién coge extractos de entrevistas. Wood es incapaz (en un sentido literal) de afrontar la novela del siglo XX: no tiene las armas para estructurar bien su pensamiento respecto al motivo claro de los errores de Las correcciones. Pertenecen más bien al salto normalizador que hace Franzen respecto a las novelas anteriores y lo poco conjuntada que resulta su revisitación (reconocida incluso) hacia terrenos de amigos como el de Foster Wallace. La crónica social de Franzen es light en todos sus aspectos, no hay otra traba.

Si se fijan los mejores momentos de Wood son cuando habla y compara y relaciona a genios del humor como Bellow, Babel o Shakespeare. No debería sorprendernos pues que la magnitud de sus errores tenga un marco histórico tan claro: nunca el gusto prejuicioso había evidenciado la carencia de un crítico. Bloom, por otra parte, cree que Pynchon, McCarthy, Roth y DeLillo ya están en el Canon Occidental. El padre de estos críticos vuelve a ser el más revolucionario por desprejuiciado.

domingo, octubre 28, 2007

Stylish

John Tones dijo a propósito de Transformers que “era una película muy de Michael Bay pero en este caso funcionaba”. Lo que decía Tones, más de lo que vieron nuestros ojos frente al blockbuster, es que estilo no significa nada más que eso: estilo. Lo que hace que una obra funcione es su calidad y valores, a los que debemos enfrentarnos teniendo en cuenta la obra anterior del director pero también si la película per se es capaz de resultar fascinante o generar al menos interrogantes y sugestiones sobre el espectador.

Vamos que el mayor argumento crítico para defender La novia cadáver es que es una película burtoniana. El tema de como el lenguaje popular ha adoptado el estilo como virtud da para un post aparte y se ocupa más de la sociología. El tema de como La novia cadáver, repetición si alma de todos los esquemas de Pesadilla antes de navidad (¡si es que hasta hay el mismo momento de jazz a la mitad de la cinta!), es básicamente crítico: mi queja es que en la repetición de este esquema Burton ha perdido cualquier norte creador para centrarse en el markéting. Y no ha fallado en ninguno de esos aspectos, porqué su enésima reedición de Edward Gorey para idiotas no tiene nada de novedoso para los que han visto su filmografía y mucho de satisfactorio para los que la conocen. En realidad, Burton está en una fase de juego total que muchos críticos quieren confundir o subvalorar en la estética postmoderna: el recognize+enjoy es algo universal no postmoderno, se llama acomodamiento intelectual/artístico y es lo que le ocurre al director de planeta de los simios desde el 2001 (o 1999 si queremos ponernos serios y creer que Mars Attakcs! Ha sido lo último de interés hecho por el cineasta).

Joss Whedon logró con Serenity un ejemplo contrario al recognize+enjoy y posiblemente es un ejemplo representativo de como no venderse y tener todos los motivos para ello: me explico, como ya saben Serenity es el testamento de la serie fracasada Firefly y resucitada por los fans, si a ello le sumamos la resaca de Buffy ya terminada en el audiovisual, Serenity podía conformarse con ser Whedon 2. Pero ocurre algo distinto y es que Whedon no se limita a tejer una trama sobre la nostalgia, sino a bombardearla: ahora nuestros personajes que reconocimos antes mueren. Y la trama se dedica a mezclar los habitualmente deslumbrantes diálogos a los que el creador tiene acostumbrados a sus fans con una relectura política nada obvia, más acorde con los tiempos postRomero y mezclada tranquilamente con un homenaje a la noche de los muertos vivientes original. Serenity funciona porqué el estilo de Whedon no es un argumento, sino un añadido pero...

Sería hipócrita sino sacase a colación Takeshi's o Inland Empire. Ninguna de las dos está gustando a los fans de las culminaciones estilísticas de ambos creadores ¿Por qué? Porque llevan al límite sus propuestas y proponen hasta una superación hasta entrar en otro terreno. Respecto a la última cinta de Lynch no me sabe mal recordar que muchos amantes de Blue Velvet despotricaron en su día de Lost Highway y si nos lanzamos a la recepción de Mullholland Drive parecidos debates se reabrieron. El radicalismo de Kitano coincide con el de una historia crítica del cineasta amparada en una parte muy concreta de su filmografía (en particular la que comprende cintas como Violent Cop o Hana Bi) y se ignora que esta búsqueda empezó por otros caminos. ¿No es El verano de Kikujiro un acercamiento a su universo por el código del cuento de hadas? ¿No es Dolls otra jugarreta suicida?

sábado, octubre 27, 2007

Las 8 mejores canciones que Bob Dylan nunca escribió

1.Antichrist Television Blues de The Arcade Fire.

Basement Tapes: Don't wanna work in a building downtown /No, I don't wanna work in a building downtown / I don't know what I'm gonna do /Cause the planes keep crashing always two by two.
Dylarama: Mezcla perversa entre el sonido demente de Series of Dreams y la letra de resucitación repentina del Time Out of Mind.

2. Come Pick Me Up de Ryan Adams.
Basenent Tapes:
When they call your name /Will you walk right up /With a smile on your face /Or will you cower in fear /In your favorite sweater.
Dylarama: Un disco (el Heartbreaker) como la mimésis Dylaniana más enferma que jamás he oído: esta canción es una versión punk, a través de compases desesperados y country, de cualquiera de las incluídas en Blood on the Tracks.

3.The Whole of the Moon de The Waterboys.
Basement Tapes:
You held in your hands /I had flashes /But you saw then plan /I wondered out in the world for years /While you just stayed in your room.
Dylarama: Recordada por Pepo, que señala el mítico alago del bardo judío, The whole of the moon es poisblemente la mejor canción de Dylan de los 80 si descontamos Series of Dreams como un tesoro. Y es además, su mejor canción de amor que recupera el halito de I want you.

4.The Leading Guy de Micah P. Hinson
Basement Tapes:
So the crowd spit him out / And they shot him through the skies / They crucified rock and rolls worst leading guy
Dylarama: Siendo más Dylan que el de Love and Theft, más Cash que el Dylan desengañado con su sombrero de Time Out Of Mind, Micah P. Hinson es, por encima de todas las cosas, un milagro.

5.Loser de Beck.
Basement Tapes: Someone came in sayin Im insane to complain / About a shotgun wedding and a stain on my shirt /Dont believe everything that you breathe /You get a parking violation and a maggot on your sleeve.
Dylarama: Ya lo dijo Rodrigo Fresán que el mejor sucesor de Dylan era Beck. Y Loser, blues eléctrico, tiene esa misma capacidad vanguardista que tuvo el sonido de Blonde on Blonde y una letra disparatada que hubiera entusiasmado a cualqueir lector de Tarántula.


6.A great big sled de The Killers.
Basement Tapes:
The robots awake to find that they've been taped down / wondering then / they break through these chains / but little boys have action boys for brains.
Dylarama: A saber: la ironía interminable de Dylan enfrentándose a un cover, la reunión multirreferencial y loca de las lyrics de Empire Burlesque. Esta es la summa y el resultado: The Killers tocando con sus compases la más espeluznante canción de navidad que he oído. Y sí, es preciosa.

7.To be young (is to be sad, is to be high) de Ryan Adams.
Basement Tapes: Now you got a bone to pick with me but I wish you'd let me be / Oh one day when you're looking back /You were young and man you were sad.
Dylarama: La particularísima relectura que hace Ryan otra vez, claro: esta vez interpretar al Dylan desbocado de Highway 61 (sobretodo su alternative take incluída en el No direction Home de Scorsese) convertida en canción DEFINITIVA adolescente.

8.Shooting Star de Elliott Smith.
Basement Tapes:
square to will be where I can deal with the shit you've just done /It won't be soon
to say the least it's gonna be hard / so bad, so far. your love is sad, shooting star.

Dylarama: El sónido eléctrico, la casualidad (Oh Mercy el álbum del Dylan más muerto), el desfase y la despedida. Elliott Smith cantó la vida de una estrella fugaz mientras se cantaba a sí mismo. No se olvidó nunca de Dylan ni de su Pat Garret and Billy The Kid.

El último tren de la inocencia

-Spoileracos Included -
Que Hostel 2 sea la mejor película de Eli Roth junto a Thankgsiving (que es básicamente un resumen de una educación sentimental filtrado con sus gags alargados que en cabin fever dieron un mal resultado) no debería llevarnos al engaño, si tenemos en cuenta que su primera película está ya en los clásicos del género. Hostel 2 está en ese tipo de secuelas que casi todos identificamos como el padrino 2 (y porqué no, viernes 13 2 TAMBIÉN): versiones ampliadas del original pero también autoparódicas y ultraexpansivas. Así Hostel 2 no funciona (solametne) como ese revival necesario de la Condesa Bathory y el eurotrash como erudita (¡bendita!) forma de gore elegantísimo, y el reverencial trato a maestros como Hooper o Fulci, sino también a cosas tan bellas como L'ultimo trenno della notte (mítica exploit, en realidad relectura renacentista parafreseando al Hijo Tonto de La última casa la izquierda) o relanzar su estética de la violencia con un momentum precioso (sí, la castración) que pide a gritos una competición con I spit on your grave en diferenciaciones estéticas.

Aunque sería pecar de reduccionismo si creemos que Roth en Hostel 2 sólo ha ampliado el radio de su campo en ese aspecto: de lo que más ha aprendido de I spit on your grave, casi funcionando como virulenta y necesaria respuesta a esa recepción crítica tan generosa ante la notable una historia de violencia de cronenberg, es en el uso de la violencia y como buen aprendiz propone cambios estéticos sustanciales. Atención por ejemplo a la muerte, deliciosa, de Heather Matarazzo con Edwige Fenech dándolo todo y al asesinato elíptico del chaval. Dos ejemplos de maestría, tratamiento y sensibilidad que ¡ay! Han quedado en el olvido.

Pero la cosa no termina ahí, en un acto de madurez nada redentora (la primera parte ya funcionaba en su terreno), esta pasa de la poética de fotolog a la lírica del suburbio. Y no hablo por la obvia adopción de un actor de mujeres desesperadas, en realidad menos inocente de lo que creemos, sino de la subtrama que les rodea, que se permite demostrar al espectador que no las tenemos todas con la obviedad de nuestro sentido común. Tanto Roger Bart como Richard Burgi funcionan como la más perfecta encarnación del homo cheeverianus explorado por Solondz en el cine de Eli Roth: sí, ¿creían que la elección de Heather Matarazzo era en vano? Maldita sea ¡no!

Sí a la boutade de la trama de los amigos suburbiales, le sumamos un final deliciosamente inteligente la cosa funciona ya en niveles díficiles de superar: Hostel 2 funciona en los mismos bosques de Cabin Fever y en la exploración de distintas estéticas que esta propnía con una armonía de la que esta, debut atrevido pero también patán, no era capaz de mesurar. EL referencialismo de Hostel 2 responde al encadenado de su narrativa: por eso, ese final con Beth ( una colosal y ambigua Lauren German) convertida en negruzco Peter Pan vengándose de su diablesa junto a los Niños Perdidos tiene DEMASIADO sentido. Como ese prólogo, en el que la pesadilla cumplida de Paxton adquiere una textura verdaremente LYNCHIANA, y ese final con la fantasmagórica protagonista levantando el hacha, una película que, al fin y al cabo, desmenuza con ironía solondziana la oscura trama de la primera entrega, tenga ese halo, tan misteriosamente y valga la redundancia, sobrenatural.

viernes, octubre 26, 2007

La imaginación de los demás: Una metacrítica penitente

La crítica bloguera ha enterrado (no en dignidad, digamos) a la crítica cinematográfica de toda la vida. Tampoco me malinterpreten antes de tiempo: hay extaordinarios críticos de cine en la blogoesfera, y hay extraordinarios patanes, de toda la vida supongo, en la crítica oficiosa. La crítica de las bitácoras parte de la noción de lo alternativo o de muchas veces la sensación del ajenidad total a los intereses empreseriales o a los criterios desgastados.

El caso de Los Cronocrímenes es particularmente alarmante por la forma en que se han abordado las críticas. Coincidirán conmigo en que nunca está de más lanzar algún puyazo sobre las directrices de una película (yo mismo encomendé a Bryan Singer a leer a Umberto Eco por su lectura de Superman harto previsible) pero nunca había visto un caso tan claro de, digamos, intrusión creativa. La imaginación de los demás, al parecer, es mucho mejor que la del creador: no
hay crítica, por ejemplo en este párrafo.

"Me imagino la entidad distinta que podría haber alcanzado este producto ofreciendo el mismo papel, sin ir más lejos, a un Manuel Alexandre en plan mad doctor y con un pequeño toque a lo Berlanga. Y es que, precisamente, en sus tímidos acercamientos a la comedia, es en donde mejor funciona Los Cronocrímenes. "

Está sugiriendo una directriz ideológica que debe tomar una película para ser buena. Está pues, con la mediocridad abierta del espectador, insinuando que él hubiera sido mejor creador. La sensación de ausencia de intermediación verdadera (no hay en Spaulding voluntad alguna de analizar por qué corrientes literarias, estéticas o argumentales o incluso de tempo se mueve los Cronocrímenes) es alarmante. Otro párrafo particularmente interesante de su review, breve y sintética:

"A pesar del cariño con el que ha afrontado su puesta en escena (y eso se nota), la previsibilidad que se desprende de algunas escenas (como ocurre, por ejemplo, con la de la primera llamada telefónica) o las ansias por rizar el rizo en su parte final, lastran, en parte, las buenas intenciones de un film que, pese a sus irregularidades, se merecería una pronta distribución por estos lares. "

La peor condena que puede recibir una película, en eso estaremos todos de acuerdo, es la de la normalidad. Lo peor es que la normalidad se incorpore a una película completamente distinta: "las ansias de rizar el rizo lastran las buenas intenciones" dice el crítico Spaulding. Es especialmente extraño el comentario porqué tiene más de diagnóstico que de metafórico, de doctor que de crítico: se detecta una patología (ansias) y se habla de que tiene buenas intenciones. Parecidos comentarios pueden oírse en el despacho del director o en, precisamente, la opinión popular que se caracteriza por su falta de criterio.

Por supuesto, Spaulding no tiene ningún problema (moral) en hablar de valentía a la hora de criticar una película tan previsible como Promesas del Este (la valentía de Cronenberg supongo que está en el acto de prostituir su talento a cambio de dos actores mediáticos, una amplia campaña de prestigio sólo rebatida por Noel Ceballos y un argumento mucho tan previsible como el de cualquier thriller de inmigrantes al uso, variante antena 3). Queda claro pues lo que es ansioso para Spaulding y lo que es valiente.

Ivan Sáinz-Pardo dice que la película podría haber sido más subversiva, luego aclara: más gamberra, más sangrienta, más divertida, más aterradora. Luego se queja: los personajes son esquemáticos, a pesar de ser una película de género. Antes dice que es una versión acomplejada y contenida de la imaginación de Vigalondo. No entiendo, de hecho nunca entenderé, las reviews que proponen síntomas médicos sin mayor explicación. Resulta que los Cronocrímenes (resulta, digo) no es que no quiera ser más gamberra sino que bajo las propuestas que resumen su inicio, no quiere ser más gamberra. La crítica de cine no debe ser, jamás, una intrusión descarada en la imaginación de los demás: es un ejercicio mediocre cuando juzgamos obras cuyas propuestas escapan al canon, a lo previsible y a los dogmas impuestos por Hollywood.

Que la opinión de estos señores es muy respetable, no seré yo quien lo discuta, pero que ofrecen más dudas que conclusiones, esto ya va siendo hora de decirlo. Y bien altito.

sábado, octubre 20, 2007

Gente que sabe

El lunes estaré en una mesa redonda llamada "A vueltas con la generación Nocilla" en el FNAC de plaza Cataluña junto a titanes de la categoría de Vicente Luis Mora, Eloy Fernández AfterPorta y Myriam Reyes. O sea verán a la gente que sabe y a mí. Yo seré el hombre nervioso dispuesto a deletrear y/o firmar autógrafos falsos con caligrafía mexicana a los amantes resignados de Against the day. No se lo pierdan. Si quieren ser cool del todo deberían ir a la inmediatamente anterior:

Mesa redonda: “Nuevas tendencias narrativas”presentación de los libros La grieta, de Javier Fernández y Circular 07. Las afueras, de Vicente Luis Mora. Presenta el profesor y escritor Eloy Fernández Porta.Universidad Pompeu FabraC/ Ramón Trias Farga, 23-25(Villa Olímpica, metro cintadilla).

Vota mi Vacío: Apuntes a la poética de fotolog

El joven Salanova (¡merci!) acaba de completar (o ampliar) con la fantástica web Vota mi Cuerpo mis delirantes e impensables teorías sobre la Poética de Fotolog (y 2) en forma de crítica cinematográfica. Les explico: el título de la web es preclaro, se trata de ir buscando cuerpos (de tener la ilusión de ser “El cuerpo del día” y todo eso) y votarlos en una escala numérica de 0 a 10. Hay momentos especialmente delirantes de poesía subpop, que dejan cualquier párrafo salvaje de cualquier novela de Easton Ellis (anterior a la estupenda Lunar Park) a la caducidad más absoluta, como un collage de un tipo mezclando su cuerpo con las marcas Vans y Hilfiger.

En nuestro imperio de emular de forma masiva la forma de las imágenes (el fotolog como sentimiento de importancia y valorización y estandarte de la vida social activa) Vota Mi Cuerpo es ya la explosión de lo explícito: somos directamente objetos, ya puntuables sin concesiones. Resulta díficil resistirse a un montón de historias llenas de una poética abiertamente deforme y solondziana cuyo final es facilísimo imaginar fuera de campo.

jueves, octubre 18, 2007

Estamos en el aire

En la vida de todo bloguero subcultural llega un momento en el que, por la justicia pajera (ajena a la divina y muy loca ella), te sientes importante. Sí, sí, como lo leen. Uno está leyendo una obra teatral de Harold Pinter y le dan la noticia: Estamos en el aire.

En el principio hubo una conversación colectiva del messenger. Tones lo explica mejor que yo, con ese aire de historia legendaria que debe tener todo relato contado por (y sobre) un mito. Y desde aquí fuimos reclutando, desde el secretismo y las esotéricas listas de correo, lo que sin duda sería bautizado con suma verdad como La Liga de los Blogueros Extraordinarios. No hizo falta ninguno más y los que hicieron ya los reinventamos por el camino.

Y desde la idea, desde el aluvión de locuras con el que, todos escritores, inventamos nuestro particular Babel llega Eunice. Ella ha diseñado y ha convertido en realidad el sueño entrópico de miles de mails. Miento: ha creado una capilla sixtina pajera. La ha repintado, le ha dado un aire de justa y retroalucinante revista tipo TP o TeleIndiscreta para la ocasión. Ha hecho del caos y el desorden, unas ideas ordenas y preclaras. Dedicarle un párrafo es tacañería preconcebida, pero cuando visiten la web ustedes entenderán porqué lo digo y porqué no sé que más añadir, apenas un Oh... G-g-racias.

Y ahora sí, se abre el telón y ustedes leen Elitevisión. Una obra colectiva destinada al análisis pormenorizado y minucioso de las series. Una locura imposible ahora ya probable. Un nuevo testamento destinado a que las series más intrínsecamente molonas perduren para siempre. Y yo, estaré ahí dándolo todo con Batman: The Animated Series y Pinky y Cerebro. El resto, es cosa vuestra, señores invisibles tras la pantalla.

miércoles, octubre 17, 2007

Sleuth

La Huella es una película de Joseph L. Mankiewicz tan incomprendida como juguetona a día de hoy. La obra de Anthony Shaffer (adaptada por él mismo) era una parodia de Agatha Christie bastante hábil y no deja de resultar tan injusto como lógico que Shaffer (que escribió también cosas tan maravillosas como Frenzy o The Wicker Man durante los setenta) terminara escribiendo adaptaciones al cine de Agatha Christie, autora que precisamente superó con su obra teatral.

La Huella es una parodia del mecanismo general de las novelas de Christie que es el de reunir una serie de sospechosos y terminar delatando al culpable de la forma más inesperada posible. En este esquema Christie alcanzó la genialidad, cualquiera que haya leído El asesinato de Roger Ackroyd sabe que es imposible resistirse al grado de delirio de la autora respecto a sus mecanismos. Shaffer ejecuta una parodia al presentar dos sospechosos como protagonistas del juego: Sleuth es un intercambio constante y juguetón (infinito, tal vez) entre criminal y detective que usa sólo la inteligencia (del espectador y de sus personajes) como única herramienta del espectáculo, como hacían el Leroux del Misterio del Cuarto Amarillo o el Bioy Casares de los misterios de Isidro Parodi.

Precisamente Sleuth se llama mi nuevo juego detectivesco favorito: te creas un usuario y escoges que tipo de detective quieres ser. Con esta broma referencial Sleuth resume además las distintas fases de la novela negra con más preclaridad de la aparente: tal vez mi favorito sea el que se dedica a interrogar y a observar. Una de las virtudes más ignoradas de los videojuegos son su capacidad para sintetizar y releer géneros clásicos, y en este caso a través del guiño tejer una suerte de deconstrucción del género al poner en evidencia todos sus engranajes pero también tienen una capacidad de reinventarlos jugando desde el conocimiento de causa.