Mostrando entradas con la etiqueta Enrique Vila-Matas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Enrique Vila-Matas. Mostrar todas las entradas

jueves, octubre 22, 2009

Epílogos bélicos


Gonçalo M. Tavares 'La máquina de Joseph Walser' (Trad. De Rita Da Costa, Mondadori, 2007, 150 páginas)

Fernando Pessoa escribía sobre la importancia de Poe que "lo más destacable de su compleja personalidad es la yuxtapostición – más que la fusión – de una imaginación rayana en la locura y de un raciocinio frío y lúcido". Puede que tengamos que hacer caso a Pessoa para comprender la estructura de esta novela, que yuxtapone episodios de locura, referencia clara a la vida de Robert Walser (genial escritor que fue encontrado en la nieve de esta guisa) y otros de raciocinio, que observa el devenir de un pueblo durante la guerra y la transformación política del líder de una fábrica. Esta constante que Pessoa está en Poe, la sintetiza Tavares al principio de su novela, en la que hay una cita de Maria Filomena Molder (una prestigiosa profesora universitaria de Lisboa que ha participado en libros de filosofía del arte contemporánea) una analítica y de Hans Christian Andersen, un conocido fabulista.

El lugar en el que estamos se nos describe así (pág. 80):

Ninguna interrupción estaba permitida. Ni en el individuo ni en el continente entero había permiso para el descanso; no hay escondrijo para lae xistencia; los verdaderos intervalos no han sido inventados

Es el lugar que tan bien describe Klober, el hipócrita y tronchante solemne que cree conocer a fondo el mundo en el que habita.

Ser feliz ya no depende de cosas que normalmente asociamos a la palabra "espíritu". Depende de materias concretas. La felicidad humana es un mecanismo

O

Es el odio la gran marca del hombre, de su particularidad propia, de su exhibición de la diferencia, de su separación respecto a las demás cosas. Es tu odio lo que te da nombre. Solo por tu odio serás reconocido por tu madre, por tu padre, por aquellos que te ofrecieron el cuerpo

Y Joseph Walser, entendido como una suerte de versión superviviente y casi beckettiana del paseante imaginado por el autor de Jakov Von Gunten es reivindicado de este modo (pág. 110):

En efecto, él era un hombre interminable, un hombre común; pero ¿cuántos grandes hombres existirían? En aquel siglo que terminaba ¿cuántos grandes hombres habían existido? ¿Ya sabríamos contarlos? ¿¿Tendríamos aritmética suficiente para detectar la grandeza y cuantificarla? ¿Serían todos ellos hombres públicos, hombres cuyos actos individuales habían evitado catástrofes, o por el contrario las habían creado y acelerado? ¿Podría un gran hombre no ser reconocido como tal por su vecino más cercano? ¿Un gran hombre incógnito, anónimo. ¿Un gran hombre jardinero

Porque para Tavares la Historia es, desde luego, algo que solo se entiende desde la perplejidad temporal y en esto, quizá, es donde más cerca esté de Enrique Vila Matas:

Los cimientos de cualquier acontecimiento son frágiles, incluso los de la guerra. Ningún hecho es tan puro que sea definido o que encierre la historia: lo indefinido avanza ya sobre lo parece finalmente fijo

Tavares en su carrera ha sido Klober y Joseph Walser, José Saramago (no olvidemos la herencia del Doble en Saramago y su obra clave, El año de la muerte de Ricardo Reis) y Enrique Vila-Matas, Arte Elefante y Arte Termita. En Jerusalén, este humor negrísimo y humanista, walseriano primero y solo luego kafkiano, se filtra desde estructuras más ambiciosas y previsibles, desde una mecánica de la metaficción del todo anacrónica. También el resto de entregas, dedicadas a Valéry y Brecht son menores al lado de la insolente y fundacional Historia de la literatura portátil de Vila-Matas , En La máquina de Joseph Walser se encierra en un pequeño relato, toda una reivindicación de una tradición literaria perdida, de un modo de percibir la historia y de una forma de arte imprevisible: en ese desconcertante final, Tavares quizá puede ganarse el adjetivo (injusto) de incompleto, pero ha logrado lo que todo escritor debería: desconcertar primero, para ofrecernos la crónica de un héroe incógnito y de un ser humano y gris inevitablemente monstruoso.

La biografía de un hombre es, en el fondo, lo que sus músculos habían hecho

martes, abril 21, 2009

The Hitler Kid y otras recomendaciones literarias

Algo pasa cuando Vladimir Nabokov empezó aclarando que la literatura es un lujo. Y los lujos hay que cuidarlos. También cuando la pedagogía ha tomado, por supuesto, a los libros. O puede que todo esté condensado en Cervantes. Don Quijote, nuestro personaje más memorable, terminó chalado por tanta lectura y así le fue, que tuvo que salir a descubrir el mundo y entró en lucidez cuando más lejos estaba de sus libros.

Recuerdo la excitación de la comunidad literaria, en uno de esos arranques de bondad, en la defensa a ultranza de Harry Potter. Está consiguiendo que miles de niños lean. Lo mismo y a la vez, claro, pero leen. Ese era el mérito, por supuesto. Luego a por las fans fictions y llega el chasco: ya no les leen igual y sólo queda la formación de pequeñas tribus. La lectura, en fin, no asegura comprensión, ni percepción. Ni tan siquiera la lectura de buenos escritores. Imaginaos todos los factores que hay en juego. Y digo todo esto porque Hijo Tonto se ha venido a currar un delicioso especial fanzineroso sobre El Problema de la Lectura. Y recuerden: ¡Hitler de niño leía mucho! Textos de Rubén Lardin, Minchinela, Lindyhomer y la maestría e inventiva de Eunice Szpillman. No van a encontrar más en menos.

Y por cierto, esa sería mi principal recomendación para el día 23: Hitler de pequeño leía mucho, un fanzine joven y sabio. En librerías y online. ¿Quieren leer? Aprendan primero a estar en contra. Por supuesto, leyendo (y no sé, pero diría que ya se explicó qué era el punk para el líder de la iniciativa).

Y si tuviera que proponerles una lista les diría que libros que YA LES VALE si regalan el 23 (estando antes tan bellos).

-Homo Sampler – Eloy Fernández Porta.

He estado releyéndolo y aglutina tantos momentos de lucidez memorables que me sería imposible continuar escribiendo este blog y pensando sobre la industria cultural y nuestra percepción sobre las jerarquías y los asuntos humanos sin él. Literalmente.

-La soledad de los ventrílocuos – Matías Candeira

Joven cuentista que, sorpresa, lejos de detenerse en su aburrimiento y falta de ambición deslumbra. Joven cuentista que, toma ya, toma los referentes más díficiles que puedan imaginar (Buzzatti, Chéjov, Monzó, Zapata) y sale airoso de la batalla (la del debut, la de estar a la altura). Su primer relato es un delirante espejismo de la caducidad en tiempos de delicioso y continuo spot ballardiano. Al final termina creando un paisaje surreal tiernísimo que sobrevive a la maldición de la blandenguería y del sentimentalismo: Candeira es un narrador talentoso.

-James Joyce –Richard Ellman.

Ah, el rigor anglosajón, capaz de hacer apasionante una biografía de un tótem del siglo XX y un fijo en la alta y grnadiosa literatura, sin caer en la mitificación excesiva, ni en el melodrama que parece ser el nuevo peaje de las noticias culturales y de cierto ensayo reciente. Una biografía bella, completa, elegante.

-Dietario Voluble – Enrique Vila-Matas.

Era casi una obligación leerlo para tener una sensación bienpensante al leer el periódico los domingos cuando había churros y zumos por aquello de la dignidad. En libro gana más, encontramos miles de lecturas amoldadas a su imposible y gozosa inteligencia con una mirada escéptica y rebelde a la vez. Es posible que incluso sus detractores lo encuentren intachable: en el dietario, Vila-Matas parece deslizarse con una libertad inaudita y demasiadas veces imperceptible. Lo explica mejor Andújar, claro.

lunes, junio 09, 2008

Amado Monstruo


Si estás de acuerdo en que en todos nosotros hay un creador – de artículos como este, por ejemplo-, te diré como se construye un Golem, un hombre artificial, de barro. Ante todo hay que purificarse. Luego se amasa un muñeco con tierra virgen, y después se dan 462 alrededor de él, recitando en múltiples permutaciones, las letras del tetragrama. Después, para ponerlo en movimiento le grabas en la frente el vocablo Emet (verdad) o bien le introduces en la boca el nombre secreto de dios.
Gustav Meyrink lo construía en su imaginación, y así en su novela “El Golem” (dos veces adaptada por Paul Wegener al cine) sentía en su nuca el aliento del omonstruo: “Sí, no me he confundido en la impresión de que alguien sube la escalera detrás de mí a cierta distancia siempre igual, con la intención de visitarme...”
¿De qué país lejano viene el Golem? Franz Kafka parece intuirlo cuando le dice a Janouch: “Dentro de nosotros viven aún los oscuros rincones, los pasadizos misteriosos, las ventanas ciegas, los sucios patios (...) Hoy paseamos por las amplias calles de la ciudad reconstruida, pero nuestros pasos y miradas son inciertos. Por dentro, temblamos todavía, como en las viejas calles de la miseria”.
¿Y cómo se destruye un Golem? A veces de un modo muy parecido a como se pone punto final a un artículo este, tan breve como la vida misma, tan fugaz como la existencia del Golem: Se gira en sentido contrario, recitando, como maleficio, el alfabeto a la inversa. Después, se le borra la primera letra del vocablo Emet, de forma que sólo quede Met, es decir muerte.


Enrique Vila-Matas, Amado Monstruo, Fantastic Magazine nº5 (segunda época).

viernes, noviembre 09, 2007

Abyss

El Lamento de Portnoy es uno de los blogs más dedicados a la investigación de la construcción de la realidad en la ficción: por eso sus autores clave son, no podía ser de otra manera, gente como Philip Roth, Roberto Bolaño o Vladimir Nabokov. La primera parte del comentario de Portnoy acerca de la última pieza(s) de Enrique Vila-Matas es ficción, la segunda trasunto de realidad y tras su crítica, el mismo autor respondió a Portnoy sobre sus observaciones. No hay tal vez mejor definición para esta pieza: un lugar fantasmal, dónde la realidad es sólo un conjunto de detalles, y al final se termina encontrando a si mismo, no como ingenioso juego de espejismos, sino como inevitable choque contra... ¿qué?

Enrique Vila-Matas ha vuelto, a lo grande. Exploradores del Abismo es, tal vez, el menos vila-matiano de sus libros, pero esta mentira debe ser acotada: es, digamos, el abandono de la trilogía de la metanovela que supusieron Bartleby, Montano y Pasavento por un regreso hacia unos fueros más interesantes para mí: los de su Breve historia de la literatura portátil.

Exploradores del Abismo crea el personaje más fascinante de toda la galería de su autor: Maurice Forest Meyer. Si en sus libros anteriores se hablaba del eterno escritor fantasma, tejiendo una línea progresiva sobre la desaparición como única forma de verdad, aquí directamente la escritura es fantasmal. Vila-Matas tiene muy claro, y yo lo agradezco desde lo más profundo de mi ser, como se inventan los mitos, por eso, de Forest-Meyer todo lo que sabemos es por otros. Habrá críticos más coquetuelos que digan que su autor ha vuelto a olvidar las reglas de la tradición clásica, yo digo que ha sido capaz de reinventarse a si mismo (J. Habló de ciencia ficción, tras leer la maravillosa Materia Oscura yo no puedo parar de pensar en la ciencia ficción cotidiana que sólo es posible tras una carrera encarnada en las investigaciones metaliterarias de su autor).

Thelonius Monk o Miles Davis son algunos de los nombres a los que se invocan, con justicia a lo largo de la obra Exploradores del abismo es una jam session sobre el vacío, una serie de variaciones, con una melodía distinta, sobre algo extraño que, en realidad, no es la misma cosa: está construida sobre los cimientos que nacieron discos como Round About Midnight o Birth Of the Cool. Sólo es una forma de referirnos a otras, muchas más cosas. Y es también una novela maravillosa sobre y también de Maurice Forest Meyer, capaz de trascender la estructura plúmbea de escritor ausente perdido entre citas y hoteles, con síndrome de Estocolmo y reviviendo viejos tiempos en París. Pero, aquí, como no, se vuelve a París.