El pasado jueves Raul Minchinela citaba a Warren Ellis "¿Dónde está mi maldita mochila voladora?" para explicar una de las claves del Retro de Repronto: el futuro visto del pasado, el que nunca fue. En todo caso, en su último episodio pueden ver que Minchinela hila fino para contarnos como la criatura que de "Alien" es un terror de oficina, un monstruo lóbrego y presuntamente kafkiano.
Howard Philips Lovecraft tuvo serios problemas para asimilar Nueva York, para asimilar la ciudad de las grandes oficinas y los callejones llenos de ebullición de razas, predominaba la variante afromaericana, y de una virulencia impresionante. No resulta extraño que Lovecraft sea el otro referente consultado para hablar de la obra de HR Giger.
El programa Millenium reivindicó a Poe con dos expertos de la talla de Fernando De Felipe y David Roas (cuya antología de relatos fantásticos españoles debería ser leída casi de forma obligatoria por cualquier lector interesado en trazar rutas alternativas) y uno de los puntos clave de la charla fue la cercanía de Poe con Kafka: ambos compartían un gusto por las narraciones basadas en experiencias subjetivas, en vivencias casi inenarrables, como ilustraron perfectamente los invitadosc omparando The Fall of the House Usher con su equivalente cinematográfico dirigido con mucho empeño por Roger Corman.
Lo gozoso de estecapítulo de Repronto es que despeja las dudas necesarias para entender a Kafka, para incluso representarlo: su literatura está basada en un tipo de abstracción que implica un conocimiento distorsionado de la vida cotidiana. El doctor nos muestra la grapadora y la cabeza del monstruoso ser del espacio exterior, pero es el lector el que debe dilucidar que en el complejo juego literario que contiene la película de Ridley Scott –que se permitió recordar su pasión por Conrad con el nombre de la nave- hay una historia de transportistas, galácticos aunque presumiblemente tediosos, enfrentados al terror de una misión que oculta un secreto. Así la lectura de la grapadora amenazante podría enseñarnos también al trabajador horrorizado ante el cambio de sus rutinas o, simplemente, la caída de la cotidianidad. Y también la desarmante sencillez que tiene el horror contemporáneo para representar experiencias personales, inimaginables y… literarias.