El reciente estreno de Invasión (enésima revisitación de los ladrones de cuerpos) y de la nueva versión (tercera: tras una primera maravillosa, una segunda divertidísima) de Soy Leyenda pone en evidencia una cosa: 2007 marca el año de la defunción oficial de la capacidad de respuesta del cine de Hollywood. Soy Leyenda es, en muchos sentidos, la defunción de la esperanza y la clara sensación de oportunidad perdida, también la consagración del cine cutre de alto presupuesto: la saga de los potters, el tercer spider-man, constantine o soy leyenda son ejemplos de ello. Pero lo peor de todo es la falta de imaginación que hay tras los recursos, y el cansancio de las presiones de las estrellas, etc.
En Invasión su tedioso desarrollo privaba de dar a la película algo de ritmo y su fácil adaptación a los tiempos pos-28 días después (la película, en términos estéticos, más influyente del fantástico) le daba una anemia imaginativa notable. Si a ello le sumamos la marcada ausencia de matices, complejidades o lecturas propias del patán especializado James McTeigue ya tenemos la película terminada. La historia del alemán despedido forma parte de las curiosidades a comentar en la review y su pésima propuesta es ideal para los ignorantes que no se molestan en ver las tres excelentes versiones anteriores, siendo la tercera mucho más moderna y sugerente que la cuara.
Soy Leyenda, que comparte con V de Vendetta del mismo McTeigue ese aura de estupidización aideológica, es el caso más reciente de la impotencia de una industria senil, incapaz de mirar a sus corrientes más subterráneas. El nuevo caso de travestismo hubiera entristecido más a Matheson, que ya sonrió escéptico ante la libertad que se toma The Omega Man (que, nuevamente, resulta más válida que la de las multisalas): resulta que todo esto es la enésima historia de revelación y mesías que salva a la humanidad de una horda de... devoradores de sombras. Francis Lawrence realiza una de las películas más olvidables respecto al material de partida, y su vacío de Nueva York va en consonancia junto al vacío general que envuelve a la película: en el fondo la cámara en mano de la primera parte, es una limpieza concienzuda del estilo de Children of Men. Lo aseguró un crítico: es como Children of Men pero sin su pesada fanfarria política. ¡Es una historia deliciosamente estúpida, high and dry, de las que nos gustan ahora! Tamaña celebración sólo podía darse en el cine reciente, en el que los setenta pasan a ser sucios e insuperables.
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domingo, diciembre 30, 2007
sábado, agosto 11, 2007
Being Robert Neville
Leo con calma Soy Leyenda de Richard Matheson antes de ponerme con Cell de Stephen King. El mal sabor de su última historia de Castle Rock me obliga a revisitar a Neville. Soy Leyenda tiene ese estilo entrecortado, justo ese, en una época en que la única narración seca de prestige era Hemingway. Sin embargo el estilo de frase corta, breve y contundente de Matheson no tiene nada que ver con el de Hem: el suyo es el estilo de lo cotidiano, el miedo que surge a través de lo monótono. Me parece gracioso que esta descripcion encaje casi a modo de búsqueda con el nombre de Raymond Carver y que también lo siguiente que lea sea, de nuevo, King. Es, de hecho, una especie de círculo cerrado.
Soy Leyenda, por otra parte, es una novela muy, muy, poco política. Es interesante a un nivel poético: el apocalipsis al que se enfrenta Neville es una odisea de supervivencia sólo comparable, en grandeza, a la de Robinson Crusoe. No hay nada en ambas que haga presagiar que su historia sea memorable, pero finalmente lo resultan por motivos ajenos al heroísmo. Robert Neville es más que nada un hombre prágmatico antes que un héroe, consciente al borde de la muerte de lo dual de la naturaleza humana. Hay algo que también me sorprende ahora al releer Soy Leyenda es su inmediatez narrativa: no hay espacios para el sentimentalismo más allá de la angustia y el recuerdo que provocan una vida tenebrosamente cotidiana (porqué Soy Leyenda también podría ser leída, esencialmente, como una novela sobre una repentina nueva vida monótona) ni tampoco para un clímax final: todo lo que podríamos llamar épico brilla por su ausencia. Como cualquier obra maestra, la tercera adaptación al cine que lleva su mismo título y tiene en el aburrido Francis Lawrence como su director (autor de Constantine un folletin postMatrix de resenmblaje noir más aburrido y lánguido que su material de partida, un estupendo tebeo que parecía un himno horror punk en sus mejores momentos). Que Romero se inspirara en Matheson no es ningún secreto: la lectura de Romero era por apócrifa maravillosa, y convirtió en acierto el cambio: el pesar existencial de Neville por el malestar político.
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Richard Matheson,
Soy Leyenda,
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