Doug Liman es uno de los grandes (re)definidores de largas tradiciones, un creador contemporáneo como el que más: él ha convertido la historia de segundas oportunidades y la serie teeen por excelencia (modelo Beverly Hills) en una astuta comedia de clases, en la que el arquetipo woodyalleniano se convierte en el chico guapo último modelo y The Killers ponen música a las angustias adolescentes y las tramas incestuosas. En El Caso Bourne, el superhéroe (vertiente agente secreto) podía moverse con una Europa, de repente, extraña y de tonos azules, y la persecución de coches setentera convivía con la tradición del falso culpable. La incomprendida y maravillosa Señor y Señora Smith era un astuto retelling de la vida (y muerte) matrimonial tipo Maridos y Mujeres contado desde la perspectiva de Johnnie To, que al final, no dejaba de ser otra crónica secreta de sus protagonistas. O lo que durante un tiempo se conoció como clásico de Hollywood. Puede que Jumper sea, sin duda, su película más arriesgada: después de tantas revoluciones, a un ritmo creciente imparable, su entrada de lleno en el superheroísmo no merezca otro destino que el sinsabor agrio, aunque se obvie la capacidad de Liman para rodar endiabladamente bien e introducir como gotas, experimentalismo locuelo.
David S. Goyer tiene una carrera en un sentido contrario: ha empezado en lo más alto (su primer guión es Libertad para Morir y le siguieron Demonic Toys o la estimable adaptación de Heinlein, Masters of Puppets) para confirmarse como figura clave del fantástico de finales de los noventa (Blade o Dark City). A pesar de algún logro más (su canónica Blade 2) su carrera ha empeorado a un ritmo vertiginoso con desastres de la talal de Blade: Trinity o los aspectos más obvios de Batman Begins. La ayuda de Simon Kinberg (Mr. And Mrs. Smith) y Jim Uhls (Fight Club) no parece facilitar, a tenor del fracaso de público del film, las cosas para que Goyer dirija Flash y sea un tipo fiable.
Jumper es modélica a un ritmo casi insuperable, y obvia con una inteligencia demoledora el planteamiento revolucionario: tenemos el obligatorio prólogo con el origen del héroe (en el que Liman rompe la estructura con su habitual habilidad, introduciendo un flashback dentro de otro flashback) y la presentación inmediata del villano, pura fuerza (Samuel L. Jackson). Pronto entran en escena La Chica (Rachel Bilson) y el Jumper Molón (Jamie Bell). Y la película contiene toda la aventura, superpoderes y momentos absolutamente gloriosos que puedan imaginar: peleas entre saltadores, teletransportes frustrados y crecimiento del poder de su protagonista hacia el final. ¿Entonces?
El pathos del Jumper protagónico tiene un doble filo que Liman no ha sabido controlar: por un lado, tenemos la magnífica escena en la que desde su ático neoyorquino el protagonista observa con jolgorio el huracán Katrina. Por el otro, la canónica trama teenager que le define: una venganza y un regreso al amor, justo en el punto exacto que descubre su poder. La absurda, más allá de su poderío estético, desaparición de un personaje, el apresurado clímax con lección moral al villano y la visita a la Madre, auspiciando duelos trágicos de altura en secuelas venideras, despiertan antipatías, tal vez porque su final pretenda desvelar una repetición en clave Junior del esquema de la primera Bourne Movie. Aunque el problema no es el modelaje, sino la abierta repetición estructural insertada con la descomposición, la del background trágico de su protagonista: la mejor escena es en la que Jamie Bell pone en evidencia la impostura de todo lamento de huérfano. That's not Oprah, le dice sarcástico. Y en este espíritu de Marvel Team-Up, con sus giros y hostias imposibles, con sus combinaciones irresistibles de caracteres brilla con luz propia Jumper: una orgullosa colección de viñetas espectaculares, que parece desinflarse por un apresurado modelaje que ni siquiera reclamaba.
2 comentarios:
Si Alfred Bester levantara la cabeza presentaría una demanda de plagio.
¿Jauntear?¿Jumpear? Lo mismo es.
Es que lo peor de todo es que Lyman va presumiendo por ahí de cierta originalidad en el planteamiento. Este es el tipo de El caso Bourne, como siga así va a terminar haciendo un jaunteo infernal.
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