Si hay algo fascinante en España son los renegados. Ya sea de la patria o de la religión. A los primeros no los gana nadie: Sánchez Dragó es el último modelo. Y de los segundos, me cede Vigalounge, dos de las mejores intervenciones (ojo a los comentarios) de Gustavo Bueno: carcajadas aseguradas.
Y otro fenómeno sociológico que fascina en general es el niño listo: Carlos Blanco es una criatura que tuvo su momento de gloria en Crónicas Marcianas y que ahora regresa, declarándose virgen y puro (¡!) y reconvertido en una especie de Harold Bloom a la española: un triste reflejo de la sabiduría, confuso y realmente conmovedor. Una criatura a destiempo que regresa con ese neocanon que es Mentes Maravillosas, que en realidad oculta una autobiografía de su ideal de Genio, que además es Iluminado. Ah, Blanco, además de presumiblemente virginal y condenar los deseos materiales (y todo esto en crónicas marcianas ¿no es maravilloso el mundo?), también cree que Dios es positivo, en esa postura clásicamente vaticana de mezclar ética y pecado. Y resulta muy cercano a Sánchez Dragó en cierto modo: lo que son en realidad personajes, criaturitas simpáticas, devienen para los desprevenidos intelectuales de primera categoría. Y con esto, la lección de hispanidad termina, sólo por hoy.
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