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domingo, abril 26, 2009

Humor superheroico para la era YouTube

A diferencia de The Kingdom, la criticada Hancock no es una película de acción. Es una tragicomedia. Lo más interesante de la película dirigida por Peter Berg es el lenguaje que emplea éste: vivo, usando ocasionalmente handycam (combinándola con videoaficionados destinados al humor del Tutubo) y combinándola con un estilo de montaje más rápido.

Lo curioso es que Berg emplea tácticas que identificaríamos con el cine de acción de alto presupuesto….para desmantelarlas en su extravangzia digital. El cine de superhéroes reciente y sobretodo el que está basado en tebeos pervios (el modelo principal es el inaugurado por el Spider-Man de Sam Raimi) acostumbra a estar planificado casi a orillas de la posproducción, sin mucho espacio para la imaginería a la Wachowski o muchas veces sin ningún tipo de talento para las set pieces (el alarmante caso de un axfisiado Jon Favreau que resolvía con una habilidad naturalísima el dramatis personae, pero se revelaba incapaz para crear un espectáculo de altura). Hacia el final hay una secuencia molestamente raimiana en la película, con el protagonista recorriendo Nueva York. Por suerte, Berg rompe otra vez la tónica.

Voy a poner dos ejemplos de cómo consigue Hancock ser coherente en su raro propósito de no ser una cinta de acción, sino una con breves interludios de humor comiquero e hiperrealista. Esto se consigue con el triunfo de Berg manejando registros.



La película empieza con una persecución en la carretera. Berg pone en marcha su dispositivo: planos cortos para narrar siempre desde un nuevo ángulo, más vigoroso pero también inmediato y hay abundante cámara en mano, zooms chiflados y visión trepidante de los acontecimientos.



La policía aparece de forma borrosa y queda claro que los malos disparan.
Hancock es introducido en un par de escenas paralelas en su perezoso despertar. Pero lo sorprendente está en cómo el registro cambia radicalmente cuando el superhéroe aparece en escena. Fijaos.


La idea es: el superhéroe no sólo es aficionado a beber, sino que empieza el día con su botella indispensable. Pero la escena es memorable y marca el cambio de registro. Un tio volando con una botella que esquiva aviones. El humor es contemporáneo, cotidiano. En Superman Returns aparece un avión (un super-avión tecnológico) sólo para que el superhéroe lo salve. En Hancock este detalle es paisaje. Paisaje habitual en una metrópolis como Los Ángeles y molesto para nuestro superhéroe. Con este detalle se marcan muchísimos tonos: no sólo el de la película, una fábula tragicómica alejada de los superhéroes, sino el de su tipo de humor. En este caso la oposición ha funcionado con éxito….


Otro asunto que me interesa (y que viene a completar el gag de YouTube) es la narrativa en tiempo real. Aquí se aplica con éxito: Hancock ya lleva un tiempo estando en Los Ángeles. Todo el cinismo de parte de la película (lo que necesita es alguien como Hancock es un relaciones públicas) proviene de una mala imagen con los media. El relato es presentado desde el principio. Pero, a lo que íbamos, parte del humor de la película es visual y resultará familiar al lector de tebeos:


Otro detalle que no debe pasar desapercibido en la película (cosida en planos aéreos, planos generales y muchos primeros planos marcados por close ups) es el uso del mobiliario como algo destruible. EL cine de superhéroes acostumbra a usar la ciudad como paisaje consagratorio. En Hancock el paisaje es siempre algo susceptible de ser destruido.

El uso de la handycam ya contrasta con una aventura superheroica. Pero el del CGI para generar destrozos causa un tono humorístico distante, extravagante.

Sin embargo, a mi juicio, dónde mejor consigue Berg su forma de desmantelar las secuencias de acción es en el atraco. Rindiendo pleitesía al productor, Michael Mann, tenemos un atraco concebido a la Heat: ladrones muy bien equipado, muchos disparos, un plan aparatoso.
Berg demuestra su eficacia y su espectacularidad formal: policías, atracadores, gente preocupada y…. la clave del atraco. El Detonador del malvado en un GLORIOSO plano de detalle.



El correlato mediático (omnipresente y catalizador en este relato superheroico)también sucede y encuentra una simetría narrativa bien bella:



Después Hancock entra en escena. Salva a la policía en apuros y entra en el banco.


La tensión se palpa en el ambiente. El malvado, como en cualquier comic book, explica su plan, pero a diferencia de los malvados habituales de género este no es excéntrico y lo tiene todo bajo control. Rehenes, dinamita, un atraco.

La tensión se palpita en un juego de primeros planos habitual en toda película de acción post-Leone. Berg evita ser demasiado obvio y se ciñe a una consecuencia lógica. Y no muestra el duelo….


Lo que muestra es OTRO plano de detalle, el plano clave para entender toda su construcción de la tensión. Así deshace el rescate y resuelve la detención del atracador con una salvajada. Y de paso incorpora un corte absolutamente enloquecido. Es sin duda alguna el mejor momento de la película ya que asimila de una forma estupenda las elipsis y consigue manejar el humor superheroico como hace falta: como detonante a reventar cualquier tipo de situación de tensión y conflicto. Es decir, Berg domina muchísimo el lenguaje porque no cae en la mera y más sencilla parodia: lo suyo consiste en construir, al modo de un thriller, la tensión de ciertas situaciones, pero resolveras con gags puramente visuales a costa de los poderes del protagonista. Es decir, un tebeo cinematográfico bien entendido.

miércoles, julio 30, 2008

Cine intimista de 150 millones de dólares

- Spoileracos Included -

Michael Mann es el cineasta más importante de nuestros tiempos. No, esperen. También lo es George Lucas. ¿Por? Se ocupan de hacernos el trabajo sucio. Inventar, avanzar y encargarse de la técnica, apartado muy importante, aunque no lo hablemos. No me cabe ninguna duda que sin el Episodio 2 o sin Collateral o Miami Vice otro gallo cantaría en este nuevo, pero que no despega, cine digital. Otro día, si quieren hablamos de Mann y Lucas, cuando haya más ganas.

Peter Berg es un alumno aventajado de Mann, que ya ha experimentado con sus logros en Friday Night Lights, The Kingdom y ahora con esta Hancock. Su clase y estilo quedaron claros haciendo una cinta de aventuras oscura y sudorosa llamada The Rundown y en su salto al mainstream no es que no se parezca al gamberro de Very Bad Things, sino que ha preferido colocarse en un paso reflexivo sobre la técnica. Un uso de la handycam mezclado con el cgi que hacen de Hancock una especie de cartoon metadigital. Como si la serie original de Plastic Man fuera, en realidad, una grabación de youtube.

El MiracleMan de Alan Moore transformaba toda la inocencia de la Silver Age de los años cincuenta en un cruento y crepuscular despertar en los años ochenta, con los espías soviéticos y sus villanos azotándole con una intensidad que nada tenía que ver con sus aventuras. El superhéroe amnésico que recuperaba su identidad y su traje tenía, además de eso, otros problemas, otro mundo. Uno de los mejores logros de Moore es situar a sus dibujantes, en este caso Garry Leach, al convertir el trazo de los villanos de la Silver Age en una deformidad barroca, escalofriante, cercana.

Algo parecido hace Hancock, tanto con su género como con su primera mitad. Se disfraza bajo los modales cómicos y renuncia al aguerrido esquema de tener un villano central, importante. Sus villanos son tan anecdóticos como sus gags. Hancock se ocupa del despertar amnésico de otro hombre y de cómo asume su condición superheroica sin excesivos rodeos de destinos, al presentar en su giro una reflexión que convertiría al superhéroe en un idiota por vocación. En alguien que es así no por sus superpoderes sino por su propia naturaleza. Explica esto la película con un momento muy bello, en el que los superpoderosos que se acercan se convierten en débiles. Tal y como decía Roberto A. Oti, esta es una película dónde el supervillano es el destino y la kriptonita es el amor. Pero va más allá: el poder no te da neceseriamente esa responsabilidad. La carga la da la soledad (y no el destino), el estar por encima de la humanidad. Aquello que decía Nietzsche en Así habló Zaratustra: los humanos están condenados por el odio y la envidia y que sólo sería posible estando por encima de ellos.

Y todo ello está contenido en esta superproducción que es lo más estimulante que ha dado el mainstream y Will Smith en su categoría desde hace tiempo, mucho tiempo.

jueves, mayo 08, 2008

El Profesional


  1. En los recién estrenados foros de Mondo Pixel, ideales para la charla de videojuegos y los consejos sobre modos de vida, hablaba de la estupenda campaña que supone Hancock was here, una serie de grabaciones que llevan al nuevo superhéroe apócrifo protagonista de este verano lleno de compañeros de profesión a la hiperrealidad esa. Por no hablar de la idea Millariana de convertir el juego de la película en calcular los destrozos de los rescates de Hancock.
    Una de las referencias más inmediatas de la cinta de Peter Berg, recordemos sus sospechosos parecidos ultimateros en su película anterior, es el divertidísimo The Pro de Garth Ennis, una relectura del mito superheroico muy cercana al Ennis de la comedia negra alucinada de su etapa en The Punisher. La película de Berg llega además en un momento clave para la explosión definitiva de viñetas y superhéroes, precisamente en el año en el que se han enterrado los momentos más deficientes de la factoría Marvel o al menos los de un perfil más bajo (Daredevil, Elektra, Ghost Rider y el cierre de las trilogías arácnidas y mutantes) y la propia compañía tiene su productora independiente para sus propias películas.
  2. Tonight He Comes de Vince Gilligan (de la fructífera pero irregular escuela The X Files) y Vince Ngo (guionista de dos de los mejores cortos para BMW con Clive Owen como The Driver: el fundamental Beat the Devil de Tony Scott y el trepidante Hostage de John Woo) no es precisamente una obra para tirar cohetes. Aquí tienen una reseña del original con todas las revelaciones pertinentes (lo que se conoce como spoileraco) pero que se ha visto felizmente modificado. Digo felizmente porque Tonight He Comes es un drama sobre alcoholismo superheroico con la pareja que forman en el film Jason Bateman y Charlize Theron acompañados de un niño que devuelve la fe al superhéroe. Algo precisamente muy parecido a la olvidable Superman Returns.
  3. No son tiempos felices los de esta década. Los superhéroes llegan por la inercia de una generación (la crecida en los 80) que ya ha asumido completamente el poder y ha generado taquilla notoria. Y mientras que los protagonistas de Lost buscan algo de sentido a lo que saben (y peor: los guionistas de la serie creada por JJ Abrams y Damon Lindelof nos retan a preguntarnos qué sabemos en cada episodio), los de Heroes llegan como respuesta a un mundo necesitado de alguna que otra respuesta, más que preguntas. Iron Man, por supuesto, vende armas en Afganistán y es superhéroe por inercia más que por trauma, lo que supone una nueva liberación para el nuevo medio del SH. Y la tradición no termina: Indiana Jones regresa para imponerse como SH venido de la escuela pulp y Bondiana, Zack Snyder se reta a adaptar los dos acercamientos más apócrifos al género (la incomprendida 300 y la recién canonizada Watchmen) la citada serie de Tim Kring es básicamente una relectura en clave más seria de algunas de las grandes aportaciones de Stephen King al mito del SH: los bebedores, mundanos y pochos salvadores del mundo que protagonizan DreamCatcher y la perfecta La Zona Muerta. O los Wachowski que en una declaración de intenciones hicieron la mejor película de superhéroes de los últimos 20 años y recordaron que en las artes marciales los superhombres y la imaginación (de raigambre tradicional y loca puesta en escena) nunca han estado reñidas.
  4. Puede que una de las figuras más detestables de Hollywood sea Akiva Goldsman. Productor y guionista es responsable de la castración de Soy Leyenda o de productos políticamente correctos y aburridos como Una mente maravillosa, Goldsman es también un aliado de Smith ya que es una figura importante en sus tres últimos blockbusters (descontando el dramón-para-oscar The pursuit of Happiness cuyo director Muccino casi se encarga de esta y su comedia romántica newyorker Hitch). La única esperanza vino el pasado día cuatro cuando nos enteramos que la MPAA colocó dos veces la R a Hancock. No parece que los responsables vayan a encargarse de mantenerlo porque necesitan tener el PG-13 y ya lo han cortado (otros ejemplos de PG-13 en tiempos de conservadurismo rebañando nostalgia son Die Hard 4.0 o la venidera Terminator). Berg, ahora protegée de Michael Mann, admite que la idea de la redención le parece atractiva.
  5. Sobre la redención no creo que pese al tópico deba ser un impedimento, sino que es uno de los temas más habituales de toda historia superheroica, buena y mala. Por ejemplo, pienso en la etapa de Mark Millar en Marvel Knights Spider-Man. En su último número Millar vuelve a colocar al personaje al borde del vacío y de las dudas, de renunciar a sus poderes para luego terminar con una descacharrante carta de Norman Osborn que supone la declaración de intenciones más Millariana que he visto en un tebeo nunca. Volviendo a Millar su historia no es exactamente una redención, de hecho es una reafirmación, pero lo que puede parecer más molesto del asunto es que se empieza con una idea irreverente y todo termina revestido de un grado muy habitual, típico y sobretodo, ya visto con los tebeos. Sin embargo hay elementos que pueden salvarla de la quema: el relaciones públicas exclamando "Eso es, que parezca difícil" en pleno clímax superheroico y que la redención, según indica el tráiler, tenga un truco oculto de lo más interesante, que la acercaría a los propósitos de El Protegido por otros medios entre suburbiales y descacharrantes. Y por supuesto que esta sucesión de desacomplejados momentos espectaculares hechos a la medida de los superpoderes de nuestro protagonista (¿desde cuándo una película ha estado construida sobre esta idea?) no deje de tener hostias y chistes. Hasta el último minuto.