martes, marzo 25, 2008

En algún sitio del jardín de las delicias


Seguramente me sorprende muchísimo más ahora que aquel día en el que leí a Rafael Azcona clamar que Woody Allen merecería el Nobel de Literatura. Aquel día sonreí pero hoy pienso que había en el escritor muchas reflexiones, como el hecho de que tanto Allen como Azcona (y Truffaut) se declararan futuros novelistas, en realidad, novelistas frustrados.

Azcona es posiblemente el único guionista que tras brindar sus obras maestras supo reinventarse. Que si quiere enumeramos las obras maestras: El Pisito, temprano cuento de ladrillazo inmobiliario en el la estrechez era, como debe ser, moral en una época gris, El cochecito o el primer acercamiento al fetiche consumista sin afectaciones o discursos teóricos y Plácido, la única comedia navideña que ha parido toda la filmografía española (si descartamos el Cuento de navidad como una comedia estricta) o lo único navideño que saldrá de aquí. Luego llegó el Verdugo, una película cuya grandeza está en la observación milimetrada de la mezquindad, y es quizás en Peppermint Frappé donde Azcona anuncia que su carrera va a dar un vuelco. No va abandonar la comedia ¿Quién la abandona? La va a vestir de ironía cruel y sucia.

El Jardín De Las Delicias, Ana y los Lobos, El Anacoreta, La Prima Angélica o Mi hija Hildegart, casi todas con la complicidad del titánico Fernán Gómez son parte de este ciclo fructífero, en el que también dio cabida una revisión casi tuerta del thriller con Jose María Forqué: variante noir (El ojo del huracán) y variante erotómona y terrorífica, con una espléndida Sue Lyon rendida a la filmografía española más coolta y reivindicada hoy en día, Tarot. Luego en los ochenta llega la etapa más discutible de su autor, con sus bellos cuentos guerracivilanios que ofrecen todavía buenos momentos (El año de las luces, La niña de tus ojos y La lengua de las mariposas: reescrituras cinéfilas y casi trágicas de educación sentimental y clásicos como Shane o Casablanca). Azcona tampoco desertó como un gran experimentador, ahí están sus coqueteos con el fantástico como El bosque animado y su Los negros también comen, la última gran comilona con su otra alma páter, Marco Ferreri.

Y Azcona y Berlanga transformaron absolutamente la comedia de eso no nos cabe duda y posiblemente sin ellos dos no existiría(n) ni Pablo Berger ni Alex de La Iglesia. Y ya nos falta uno. La mejor forma que se me ocurre de describir la ironía de este autor es su guión para La familia, bien gracias, continuación (casi en el mismo sentido que Impacto Súbito es una secuela de Harry El Sucio) de La Gran Familia en la que la transición era un sinónimo inequívoco de disfuncionalidad descubierta y lo que, en el fondo, puede llegar a ser la felicidad. Asumirlo, como hace con mirada crepuscular Alberto Closas mirando a su clan. El humor es en realidad la tragedia más distancia, pero como Miguel de Cervantes (y una larga tradición que incluye al Ibáñez de 13 de Rue De Percebe, o al mismo Valle Inclán del que fue alumno aventajado) supo que lo que dista, en realidad, es la ficción.

1 comentario:

"Buscando la luz" dijo...

Ah, Sr. Singer, esa soterrada cita suya de "Delitos y faltas" ("humor es tragedia más tiempo")también me ha hecho darle vueltas a algunas cosas, en noches en cuyo techo no había estrellas.
Mi memoria anda cada día peor: hace pocos días leía o veía algo que me recordó directamente a esa película y a esa reflexión, pero no doy con la fuente. No sé si era una pélícula de Truffaut, "Pájaros de América" de nuestra amiga Moore, o quizá un sueño.
En fin: leo que va a usted a presentar un libro en Mataró, y una vez más no podré ir y saludarle, como hace tiempo quiero hacer. Quede este apretón de manos sin carne ni hueso.

Un saludo,
Igor