Escribe John Tones en La Sustancia de Matrix (segundo apartado de Dentro de Matrix, co-autor junto a El Chaiko, Ed. Dolmen, 2004) que el cristianismo es una historia de ciencia-ficción si no se toma el nombre de Philip K. Dick en vano. Y es cierto: en Dick muchas veces el elegido toma la forma de paranoico, y una de uss historias más apasionantes es El Hombre Dorado, que podría interpretarse como lo más cerca que ha estado su autor de escribir una historia de superhéroes. Comparte Cris, el protagonista al que hace referencia el título, el mismo poder que el protagonista de la posterior novela de 1979 del excelente caníbal Stephen King, La Zona Muerta, pero los relatos sugieren forams distintas de superhéroes. En Dick el superhéroe es la paranoia misma, la entropía: Cris no es finalmente la salvación sino la asunción del apocalipsis. El superhéroe como prólogo al fin de la humanidad. En una pirueta típica de su autor, el Johnny de La Zona Muerta termina envuelto en una gran conspiración de la que él puede ser el gran salvador. En Stephen King el superhéroe es el paranoico visionario y temerario. El superhéroe es, al fin y al cabo, un asesino de lo más vulgar con motivos del todo inverosímiles.
Hay en ambas lecturas una diferencia interesantísima respecto al modelo del mito superheroico establecido en las viñetas: la ausencia de uniformes, de representaciones. Es por eso que estas revisiones literarias funcionan a un grado interesantísimo: sin uniformes no hay, por lo tanto, aceptación más o menos oficial de la existencia premeditada de los superpoderes.
Dos addendas:
El imprescindible Juanma Sincriterio regala un texto sobre la opinión de PKD
"A principios de los años 50 una gran parte de la ciencia ficción norteamericana versaba sobre humanos mutantes y sus gloriosos superpoderes y superfacultades, los cuales conducirían a la humanidad hacia un estado superior, una especie de Tierra Prometida. John W. Campbell Jr., director de Analog, exigía que los relatos que compraba trataran de tales mutantes maravillosos, y también insistía en que los mutantes siempre debían ser presentados como: 1) buenos y 2) al mando de la situación. Cuando escribí El Hombre Dorado intenté demostrar: 1) el mutante puede no se bueno, al menos para el resto de la humanidad, los mortales ordinarios, y 2) que puede no estar al mando de la situación, sino que se esconde de nosotros como un bandido, un mutante malvado más perjudicial que beneficioso para los humanos. Éste era el punto de vista sobre los mutantes psíquicos que Campbell detestaba en particular, y el tema de ficción que se negaba a publicar... de modo que mi relato apareció en If.
(...)
En el número de If posterior a la publicación de El Hombre Dorado apareció un editorial de dos páginas, consistente en una carta escrita por una maestra de escuela, en la cual se quejaba de El Hombre Dorado. Era la misma queja de John W. Campbell Jr.: me recriminaba presentar a los mutantes bajo una luz negativa y exponía la teoría de que los mutante debían ser 1) buenos y 2) estar al mando de la situación. Había vuelto al punto de partida.
Mi teoría sobre por qué la gente adoptaba este punto de vista es la siguiente: Creo que estas personas imaginaban en secreto que eran manifestaciones incipientes de estos Übermenschen bondadosos, sabios y superinteligentes que guiarían a los estúpidos (o sea, todos los demás) a la Tierra Prometida. En mi opinión, abrigaban una fantasía de poder. La idea del superhombre psíquico que asume el control de la situación había aparecido en Juan Raro, de Stapledon, y en Slan, de A. E. Van Vogt. El mensaje rezaba "Ahora nos persiguen, desprecian y rechazan, pero más adelante ¿les vamos a enseñar lo que es bueno!"
En mi opinión, ser gobernadospor mutantes psíquicos sería como conceder al zorro la responsabilidad del gallinero. Reaccioné contra lo que consideraba una peligrosa sed de poder, manifestada por individuos neuróticos, una sed de poder que John Campbell Jr. gratificaba, y de forma deliberada.(...)
También afirmo que los mutantes son peligrosos para la gente corriente, un concepto que Campbell deploraba. Se supone que debíamos considerarles líderes, pero siempre me inquietó lo que ellos podían pensar de nosotros. Quizá no querían liderarnos. Quizá, desde su nivel superevolucionado, opinaban que no merecía la pena. En cualquier caso, aunque accedieran a ello, me inquietaba el destino final. Puede que estuviera relacionado con edificios señalados como DUCHAS, pero que en realidad no lo eran."
Salanova propone otro texto,
Cura a mi hija, Mutante del que hablaremos ya de ya.