jueves, noviembre 23, 2006

TODOS LOS HOMBRES, TODOS NOSOTROS (I): SOBRE "ELEGÍA"

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Cortesías

"¿Por qué debería desconfiar de su vida cuando era dueño y señor de ella como nunca en años? ¿Por qué se imaginaba al borde de la extinción cuando, si lo pensaba con calma y franqueza, solo podía concluir que tenía por delante muchos más años pletóricos de energía? Aun así, era lo que le sucedía todas las noches durante su paseo junto al mar bajo las estrellas. no era nada aparatoso, ni deforme, ni excesivo en ningún sentido. ¿Por qué entonces, a su edad, debían acosarle pensamientos sobre la muerte?"

Al final de El oficio: el escritor, sus colegas y sus obras (Shop Talk, 2001) Philip Roth homenajea a su maestro con un repaso preciso y exacto a la obra de Saul Bellow, sin rastro alguno de perezosa y fácil nostalgia o sentimientos por lo que ha sido y será su eterno mentor.

Y Everyman podría ser la última y definitiva palabra (ficticia) de Roth sobre la obra de Bellow. Ahora que el otro ya no está entre nosotros, Roth busca como llegar a la novela puramente bellowiana reescribiendo con atención Seize the day y empezando desde la escena misma del entierro como un pálido reflejo del desconcierto el día del entierro del premio Nobel de literatura.
La novela es con una simpleza quizá muy sorprendente para muchos en tiempos de retos estructurales, un regreso también a los temas cien por cien rothianos. A la infancia, a los recuerdos. A Patrimonio: una historia verdadera. Enlazar escenas, pintándolas, dando saltos por una vida de un hombre mediocre. Pero el hombre mediocre de Roth nunca va a ser
el homo americanus triste de Ford, por lo que no nos llevemos a la confusión: el hombre mediocre de Roth es un fracasado consciente de serlo, un hombre que sabe que tiene miedo, que adquiere una conciencia moral acerca de las cosas (la literatura norteamericana tiene mucho de geográfico: de los judíos y sus problemas de moral a los anónimos lugareños de sitios invisibles como Ohio, Wisconsin, etc..)

Desde el principio de esta novela sobre el final el lector sufre una regresión. Imaginaria o quizá adaptándola a su propia biografía, está el retorno a aquella sensación de vida extrema, de miedo extenuante ante la cercanía de la muerte. Y Roth encuentra su poética, su negritud y su clarividencia en la escena del niño en el hospital temeroso a que, ante la desaparición de su bulto, de que morirá. Un miedo primario, inherente al ser humano incapaz de aceptar su condición en más de una ocasión.


(To be continued)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

El primer Roth fabuloso, el de El lamento de Portnoy, el Roth de la risa y el talento, hasta esta Elegía, el Roth de la terrible lucidez...
y el talento.
Un abrazo.

Enrique Ortiz dijo...

He frecuentado poco a Roth; sólo he leido su penúltima: "el animal moribundo" y no me entusiasmó, eso sí, gustándome bastante, pero sin llegar a ese punto en el que caes de rodillas. Tengo que leerlo, lo tengo pendiente. Así que estaré atento a cuanto a ud. diga por aquí. Un saludo.

Miguel Sanfeliu dijo...

No sigo la obra de Roth con religiosidad. Pero tal vez debo echarle un vistazo a "Everyman".

Francisco Ortiz dijo...

La sencillez de algunos grandes autores al final de su carrera literaria es un mensaje bien claro para los jóvenes escritores que vienen detrás.

JAB dijo...

Curiosamente es el libro que me leeré en breve, en cuanto pase el fin de semana.
Sigo con Roth, maravillado por las obras que he leído de él: "El lamento de Portnoy", "La conjura contra América" y las cuatro novelas de "Zuckerman encadenado". Pero aún me faltan otras que tengo en la mesilla: "La contravida", "Patrimonio", "El teatro de Sabath" y "Pastoral americana". Grandísimo autor.

Unknown dijo...

Espero el resto de tu reseña para intercambiar ideas. Por el momento suena interesante. En la parte final de Ravelstein, Chick (Bellow) narra los días que pasa al borde de la muerte con un tono muy parecido al de Elegía. Creo que Roth tiene algo muy valioso, su defensa de lo humano, para usar una frase algo pasada de moda. En fin, un saludo.